lunes, 11 de enero de 2016

Reconciliación Nacional

Los diputados de la Oposición vienen hablando de una “Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional”. Es una designación feliz, aunque le reversaría los términos, la llamaría Ley de Reconciliación, y dejaría para una segunda instancia la Ley de Amnistía. No me opongo a ella, sino todo lo contrario; es una de las facultades más clara y contundentemente atribuidas a la Asamblea, y hasta creo que puede ser promulgada sin pasar por la revisión del Ejecutivo. La Constitución es así de clara. Solo que no me parece oportuna.

 

La gente no votó con las esperanzas puestas en una Amnistía, sino por el abastecimiento, la seguridad y el encarecimiento insoportable de la vida. Tengan la plena seguridad, Señores diputados, que la gente no votó por una Amnistía.

 

La primera, ineludible responsabilidad de la Asamblea Nacional, es la de garantizar su funcionamiento y el acatamiento de sus decisiones, no dejándose entrampar en la agenda subversiva y conflictiva del Gobierno, que está planteando “un conflicto de Poderes”, llamando sus milicias a la violencia.

 

La observación del Sr. Diosdado Cabello, amenazando de que “a la Asamblea no le va a llegar un céntimo” es sencillamente patética puesto que es la propia Asamblea quién aprueba el Presupuesto de la Nación, con sus partidas debidamente atribuidas a cada órgano del Estado, incluyéndose a sí misma. Pero en la práctica se puede convertir en realidad ya que las firmas necesarias a las transferencias bancarias están en manos de un Banco Central vasallo, sirviente y sumiso del Régimen (cosa contraria a la Constitución).  

 Pero este tipo de declaraciones son muy reveladores del tipo de pensamiento que domina al Régimen. Creen que, cómo en el pasado, bajo la figura de Chávez, pueden hacer lo que le de su real gana. En el fondo de su pensamiento político, no entienden que existe una división de poderes que debe ser debidamente respetada y acatada.

El primer deber de nuestra Asamblea es la de legitimarse moralmente (que políticamente sin duda, sobradamente, lo está) ante una masa del pueblo venezolano muy superior al conquistado en las elecciones. A la prácticamente totalidad del pueblo venezolano. Es el paso a su incontreveritble discrecionalidad, decisionabilidad. Y eso se puede hacer mediante una Ley de Reconciliación Nacional, que le dé cabida a toda la Nación Venezolana, de izquierda o derecha, Chavista o Democrática. Y para ello nos urge desmontar el falso divisionismo al que nos condujo dos décadas de intolerancia, desconocimiento, descalificación, insultos y ultraje.

 

El Sr. Chávez, y sus secuaces,  promovieron e instigaron, por todos los medios a su alcance, legales o ilegales, decorosos o, la mayoría de las veces impropios, un divisionismo entre aquellos que estaban con él, y aquellos que no; entre Chavistas y Escuálidos. Los que lo apoyaban servil e incondicionalmente, de un lado; y aquellos que lo adversaban, fuera puertas adentro o puertas afuera del País, del otro. La profundización de esta brecha se tradujo en una hegemonía creciente de su poder político y personal, que utilizó para distribuir prebendas a diestra y siniestra en el más grande ejercicio de populismo y clientelismo político que conoció la historia de América Latina, ya de por si bien abastecida de mesías, libertadores, redentores y caudillos.

 

Se empeñó en dividir al País en dos bandos, en dos facciones, en dos contrincantes irreconciliables. La maquilló de falsos antagonismos entre el pueblo y la burguesía, entre los patriotas y los imperialistas, entre izquierda y derecha, entre revolucionarios y escuálidos. En realidad este discurso vacuo siempre sirvió para ocultar el verdadero clivaje: entre aquellos que lo aclamaban y quienes lo adversaban.

 

 

La primera y más sagrada prioridad de la Asamblea Nacional es la de asegurarse de que va a poder intervenir, gobernar; de que no se va a dejar caer en un juego dónde la aprisionen, amordacen y la neutralicen. Que no va a caer en provocaciones y que nos va a asegurar una actuación sin retaliaciones, al servicio de TODO el Pueblo venezolano. Y una de las más básicas formas de hacerlo es comunicarle al país, de forma muy clara, y sobre todo muy sincera, de que está empeñada en reconciliar al país, en que le va a traer la paz, reconociendo que una gran parte del pueblo, es, fue, y continuará siendo Chavista. Que estuvo en todo su derecho cuándo apoyó a Chávez, y que es perfectamente libre de continuar haciéndolo, si esas son sus convicciones.

 

Fue de una inocencia o cinismo patéticos la alocución del Presidente Maduro cuándo se dirigió a “su” pueblo diciéndoles que votaron engañados, que “votaron contra ellos mismos”. ¡Qué como era posible que lo hubieran traicionado, a él, pobrecito, que se cansa de defenderlos, !y que tenía planes de entregarles a más medio millón de taxis chinos, a más medio millón de viviendas! Es sencillamente patético. Ese “su” pueblo, le acababa de decir contundentemente que no lo quería, que no era suyo.

 

Necesitamos urgentemente rellenar la fosa de divisionismo que el Chavismo cavó casi a lo largo de dos décadas con el fomento infundado del odio y el resentimiento nacional. Más que de una amnistía, que también la necesitamos (aunque no fue por ella que la gente votó), necesitamos, antes de más nada y para poder trabajar, asegurar la paz social, y el reconocimiento de la legitimidad, mediante una resolución de Reconciliación Nacional.

 

Necesitamos decirle a la gente que nadie será perseguido o ni siquiera apuntado, porque fue Chavista. Nadie será señalado porque participó, aunque fuera muy activamente, en las organizaciones de base del Chavismo. Nadie será estigmatizado, acosado, porque fue director de un Instituto, Misión, o incluso Ministerio. Aún sabiendo, y esto es muy importante, como todos sabemos, que una buena parte de los altos cargos dirigentes, civiles y militares, fueron beneficiarios de generosas dádivas, accesos privilegiados y prebendas, beneficiarios de pseudo créditos, viviendas, vehículos, viajes, dólares preferenciales, y choferes. Si no podemos entender esto, saber contemporizar y perdonar esto, no podremos iniciar un proceso de gobernabilidad y de paz, y arrancar con el nuevo proyecto de País por el que todos clamamos.

 

Aunque una cosa, y quisiera recalcar esto, una cosa es contemporizar con los beneficios y prebendas (de las cuales, por cierto, no participaron la aplastante mayoría de nuestros conciudadanos Chavistas); y otra cosa es cerrar los ojos a los crímenes, políticos, militares, judiciales y de peculado, que se cometieron bajo la impunidad más absoluta, en las casi dos décadas de éste régimen.  A esas señoras y señores les recomiendo que aprovechen los próximos meses para preparar sus maletas, re-contra-traspasar y lavar con cloro sus cuentas y propiedades mal habidas, y considérenlo, por ahora, como un súper generoso y magnánimo indulto. Porque serán investigados.

 

Este mismo mensaje debe hacérsele llegar a las Fuerzas Armadas: el 99% de sus integrantes se vieron confrontados, sometidos y adoctrinados. A nadie se le va a perseguir porque hayan gritado “Patria, socialismo o muerte”,  aunque les saliera de lo más profundo del corazón; nadie le va a quitar a un sargento su Cherry y su casita, que probablemente obtuvo a cambio de su comprometimiento con la Causa. Pero con relación a algunos de los generales y almirantes, habrá que investigar. Se les investigará que oscuros intereses personales ocultaron mientras mandaban a gritar esta clase de consignas y ordenando esa clase de actuaciones, decretando, por ejemplo, que se les autorizaba a la FFAA disparar balas de verdad a mansalva sobre manifestantes desarmados; sabiendo que actuaban en rebeldía de la Constitución y de los más básicos derechos humanos.

 

Tendremos que cerrar los ojos ante muchas cosas, ante mucha insidia y muchas mal fechorías, ante malversaciones y delitos, hasta ante algunos crímenes. Nos costará mucho. Pero es el precio de la Paz y la Gobernabilidad. De otra forma nos espera la confrontación civil (jugar en el terreno terrorista del Régimen), y el definitivo colapso de la economía, que parece ser la última y desesperada jugada a la que apuesta el Gobierno. De otra forma nos espera una reconstrucción mucho más difícil y dolorosa para todos. Con muchos muertos y heridos y una catástrofe humanitaria de por medio.

 

Qué Dios, pero ante todo la sensatez, y la inteligencia política, nos ampare. Perdonemos, por mucho que nos cueste. Contemporicemos y no nos dejemos caer en la tentación de la retaliación y la venganza. La aplastante mayoría del pueblo venezolano no merece nuestro repudio y venganza, creer que nos estimula el ánimo de la retaliación y represalia, sino un verdadero espíritu de Reconciliación Nacional que nos permita a todos colaborar en la urgente Reconstrucción Nacional.  Demostrémosle al restante 40% del pueblo venezolano, que antes de ser opositores somos venezolanos, y que nos tratamos a todos, sin excepción, como hermanos, copartícipes de la más grande emergencia nacional ante la cual nos colocó la historia como Nación. Asegurémosle al 99% del pueblo chavista que no será perseguido, señalado, imputado de ningún crimen; y que reconocemos que actuaron de buena voluntad, en el pleno derecho de su expresión política y convicciones.

 
Primero “La Reconciliación Nacional”. No para que nos reconozcan los derechos políticos de la Oposición; sino para que reconozca la Oposición plenamente los derechos de quiénes nos adversan. Y luego, la promulgación de la Amnistía. Anteponer estos términos, por mucha razón que nos asista, es hacerse cómplice de la estrategia de confrontación y violencia con la cual, in extremis causa de desesperación, nos quiere conducir el Régimen.

Mucho más difícil fue, y aún lo es, la reconciliación de Republicanos y Nacionalistas en España; la integración de las dos Alemanias, de la ex Yugoslavia o de la ex Unión Soviética. Mirémonos en el ejemplo del nuestro vecino, el Presidente Santos. Existen crímenes imperdonables. Pero ninguno más grave que impedir, o negarse a posibilitar, la reconstrucción de un País.


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