La gente no votó con las esperanzas
puestas en una Amnistía, sino por el abastecimiento, la seguridad y el
encarecimiento insoportable de la vida. Tengan la plena seguridad, Señores
diputados, que la gente no votó por una Amnistía.
La primera, ineludible responsabilidad de
la Asamblea Nacional, es la de garantizar su funcionamiento y el acatamiento de
sus decisiones, no dejándose entrampar en la agenda subversiva y conflictiva
del Gobierno, que está planteando “un conflicto de Poderes”, llamando sus milicias
a la violencia.
La observación del Sr. Diosdado Cabello,
amenazando de que “a la Asamblea no le va a llegar un céntimo” es sencillamente
patética puesto que es la propia Asamblea quién aprueba el Presupuesto de la
Nación, con sus partidas debidamente atribuidas a cada órgano del Estado, incluyéndose
a sí misma. Pero en la práctica se puede convertir en realidad ya que las
firmas necesarias a las transferencias bancarias están en manos de un Banco
Central vasallo, sirviente y sumiso del Régimen (cosa contraria a la Constitución).
El primer deber de nuestra Asamblea es la
de legitimarse moralmente (que políticamente sin duda, sobradamente, lo está) ante
una masa del pueblo venezolano muy superior al conquistado en las elecciones. A
la prácticamente totalidad del pueblo venezolano. Es el paso a su incontreveritble discrecionalidad, decisionabilidad. Y eso se puede hacer mediante
una Ley de Reconciliación Nacional, que le dé cabida a toda la Nación Venezolana,
de izquierda o derecha, Chavista o Democrática. Y para ello nos urge desmontar
el falso divisionismo al que nos condujo dos décadas de intolerancia,
desconocimiento, descalificación, insultos y ultraje.
El Sr. Chávez, y sus secuaces, promovieron e instigaron, por todos los
medios a su alcance, legales o ilegales, decorosos o, la mayoría de las veces
impropios, un divisionismo entre aquellos que estaban con él, y aquellos que no;
entre Chavistas y Escuálidos. Los que lo apoyaban servil e incondicionalmente,
de un lado; y aquellos que lo adversaban, fuera puertas adentro o puertas
afuera del País, del otro. La profundización de esta brecha se tradujo en una
hegemonía creciente de su poder político y personal, que utilizó para
distribuir prebendas a diestra y siniestra en el más grande ejercicio de populismo
y clientelismo político que conoció la historia de América Latina, ya de por si
bien abastecida de mesías, libertadores, redentores y caudillos.
Se empeñó en dividir al País en dos
bandos, en dos facciones, en dos contrincantes irreconciliables. La maquilló de
falsos antagonismos entre el pueblo y la burguesía, entre los patriotas y los
imperialistas, entre izquierda y derecha, entre revolucionarios y escuálidos.
En realidad este discurso vacuo siempre sirvió para ocultar el verdadero clivaje:
entre aquellos que lo aclamaban y quienes lo adversaban.
La primera y más sagrada prioridad de la
Asamblea Nacional es la de asegurarse de que va a poder intervenir, gobernar; de
que no se va a dejar caer en un juego dónde la aprisionen, amordacen y la
neutralicen. Que no va a caer en provocaciones y que nos va a asegurar una
actuación sin retaliaciones, al servicio de TODO el Pueblo venezolano. Y una de
las más básicas formas de hacerlo es comunicarle al país, de forma muy clara, y
sobre todo muy sincera, de que está empeñada en reconciliar al país, en que le
va a traer la paz, reconociendo que una
gran parte del pueblo, es, fue, y continuará siendo Chavista. Que estuvo en
todo su derecho cuándo apoyó a Chávez, y que es perfectamente libre de continuar
haciéndolo, si esas son sus convicciones.
Fue de una inocencia o cinismo patéticos
la alocución del Presidente Maduro cuándo se dirigió a “su” pueblo diciéndoles
que votaron engañados, que “votaron contra ellos mismos”. ¡Qué como era posible
que lo hubieran traicionado, a él, pobrecito, que se cansa de defenderlos, !y
que tenía planes de entregarles a más medio millón de taxis chinos, a más medio
millón de viviendas! Es sencillamente patético. Ese “su” pueblo, le acababa de
decir contundentemente que no lo quería, que no era suyo.
Necesitamos urgentemente rellenar la fosa
de divisionismo que el Chavismo cavó casi a lo largo de dos décadas con el
fomento infundado del odio y el resentimiento nacional. Más que de una
amnistía, que también la necesitamos (aunque no fue por ella que la gente
votó), necesitamos, antes de más nada y para poder trabajar, asegurar la paz
social, y el reconocimiento de la legitimidad, mediante una resolución de Reconciliación Nacional.
Necesitamos decirle a la gente que nadie será perseguido o ni siquiera
apuntado, porque fue Chavista. Nadie será señalado porque participó, aunque
fuera muy activamente, en las organizaciones de base del Chavismo. Nadie será estigmatizado, acosado, porque
fue director de un Instituto, Misión, o incluso Ministerio. Aún sabiendo, y
esto es muy importante, como todos sabemos, que una buena parte de los altos
cargos dirigentes, civiles y militares, fueron beneficiarios de generosas
dádivas, accesos privilegiados y prebendas, beneficiarios de pseudo créditos,
viviendas, vehículos, viajes, dólares preferenciales, y choferes. Si no podemos entender esto, saber contemporizar
y perdonar esto, no podremos iniciar un proceso de gobernabilidad y de paz, y
arrancar con el nuevo proyecto de País por el que todos clamamos.
Aunque una cosa, y quisiera recalcar
esto, una cosa es contemporizar con los beneficios y prebendas (de las cuales,
por cierto, no participaron la aplastante mayoría de nuestros conciudadanos
Chavistas); y otra cosa es cerrar los ojos a los crímenes, políticos,
militares, judiciales y de peculado, que se cometieron bajo la impunidad más absoluta, en
las casi dos décadas de éste régimen. A
esas señoras y señores les recomiendo que aprovechen los próximos meses para
preparar sus maletas, re-contra-traspasar y lavar con cloro sus cuentas y propiedades mal
habidas, y considérenlo, por ahora, como un súper generoso y magnánimo indulto.
Porque serán investigados.
Este mismo mensaje debe hacérsele llegar
a las Fuerzas Armadas: el 99% de sus integrantes se vieron confrontados,
sometidos y adoctrinados. A nadie se le va a perseguir porque hayan gritado
“Patria, socialismo o muerte”, aunque
les saliera de lo más profundo del corazón; nadie le va a quitar a un sargento
su Cherry y su casita, que probablemente obtuvo a cambio de su comprometimiento
con la Causa. Pero con relación a algunos de los generales y almirantes, habrá
que investigar. Se les investigará que oscuros intereses personales ocultaron
mientras mandaban a gritar esta clase de consignas y ordenando esa clase de
actuaciones, decretando, por ejemplo, que se les autorizaba a la FFAA disparar balas
de verdad a mansalva sobre manifestantes desarmados; sabiendo que actuaban en
rebeldía de la Constitución y de los más básicos derechos humanos.
Tendremos que cerrar los ojos ante muchas
cosas, ante mucha insidia y muchas mal fechorías, ante malversaciones y delitos,
hasta ante algunos crímenes. Nos costará mucho. Pero es el precio de la Paz y
la Gobernabilidad. De otra forma nos espera la confrontación civil (jugar en el
terreno terrorista del Régimen), y el definitivo colapso de la economía, que
parece ser la última y desesperada jugada a la que apuesta el Gobierno. De otra
forma nos espera una reconstrucción mucho más difícil y dolorosa para todos.
Con muchos muertos y heridos y una catástrofe humanitaria de por medio.
Qué Dios, pero ante todo la sensatez, y
la inteligencia política, nos ampare. Perdonemos, por mucho que nos cueste. Contemporicemos
y no nos dejemos caer en la tentación de la retaliación y la venganza. La
aplastante mayoría del pueblo venezolano no merece nuestro repudio y venganza, creer
que nos estimula el ánimo de la retaliación y represalia, sino un verdadero espíritu
de Reconciliación Nacional que nos permita a todos colaborar en la urgente
Reconstrucción Nacional. Demostrémosle
al restante 40% del pueblo venezolano, que antes de ser opositores somos
venezolanos, y que nos tratamos a todos, sin excepción, como hermanos,
copartícipes de la más grande emergencia nacional ante la cual nos colocó la
historia como Nación. Asegurémosle al 99% del pueblo chavista que no será
perseguido, señalado, imputado de ningún crimen; y que reconocemos que actuaron
de buena voluntad, en el pleno derecho de su expresión política y convicciones.
Mucho más difícil fue, y aún lo es, la reconciliación de Republicanos y Nacionalistas en España; la integración de las dos Alemanias, de la ex Yugoslavia o de la ex Unión Soviética. Mirémonos en el ejemplo del nuestro vecino, el Presidente Santos. Existen crímenes imperdonables. Pero ninguno más grave que impedir, o negarse a posibilitar, la reconstrucción de un País.
No hay comentarios:
Publicar un comentario