miércoles, 14 de julio de 2010

Estúpidos agudos, homosexuales y psicópatas




La psicología barra psiquiatría nunca ha podido aclarar muy bien ni siquiera sus conceptos fundamentales. “Psicópata”, por ejemplo, es el que comete cosas horribles, y el que comete esos crímenes abominables solo puede ser un “psicópata”. En realidad este último caso es mucho más común, en la epistemología silvestre de la psiquiatría.
Foucault apuntó un fenómeno similar en la historia del concepto de autor. El valor de muchos escritos medievales provenía de la santidad establecida de sus autores. En cambio, en las eras modernas, la “santificación” del autor se debe, en última instancia, al valor de sus obras.
La diferencia entre estas dos dicotomías, la del psicópata y la del autor, es que, en el caso del autor, Foucault afirma observar una evolución histórica, un cambio de polaridad del autor de los hechos, hacia el valor de los hechos mismos.
Cuando la psiquiatría tenía menos ambiciones de las que revela hoy, cuando no pretendía conocer el alma humana, el centro de atención también se situaba en los hechos. El que cometía el crimen abominable era encerrado y castigado de una forma horrible y brutal, sí, pero la psiquiatría no tenía la pretensión de conocer lo que le iba por dentro, y de clasificar al psicópata dentro de esquemas y categorías. Encerrar y punir al desviante es una forma arcaica y brutal de castigo, pero clasificarlo, colgarle una etiqueta de patología psiquiátrica, es una forma de condenarle el alma, un refinamiento de crueldad que va más allá del castigo.
(Este tipo de análisis es muy Foucaultiano, dígase de paso. La gran influencia de mi vida es el librito que estoy leyendo ahora, jeje).
Las etiquetas psiquiátricas, sus clasificaciones de cuadros y patologías, valen lo que valen. La muy venerable Asociación Americana de Psiquiatría, decidió en 1973 desclasificar la homosexualidad como una enfermedad mental. ¡Fue una decisión que se tomó por votos! Así que alimento la esperanza que un día se declare la ignorancia, la intolerancia y la estupidez, como una patología no solo grave como peligrosa, con derecho a hospitalización y encierro.