sábado, 17 de noviembre de 2012

De likes y deslikes, de hombres y mujeres


Hombres y mujeres somos diferentes, punto. Tan diferentes somos que jamás nos entenderemos. Estamos hechos de la misma substancia, somos fundamentalmente iguales, casi una sola vaina, entidad, pero miramos en direcciones distintas. Como Janus, el dios con una cabeza de dos caras. De hecho, originalmente Zeus creó a la humanidad con los dos sexos. Lo pasaron en Discovery. Pero sus criaturas se volvieron tan poderosas que amenazaron la hegemonía del Olimpo. Las deidades menores, opacadas, se sublevaron, y obligaron a Zeus a escindirnos en dos mitades. Y para colmo de males, dos mitades incompletas, eternamente añorándose la una a la otra, en un anhelo de totalidad  siempre buscado y nunca cumplido. Bueno. A lo mío. ¿Qué era? Ah, mujeres.

Las mujeres pueden tener sexo casual. ¿Pueden? Por supuesto que sí. No a menudo, que sea lo suyo, pero sí, sí pueden. Lo que no pueden es tener sexo casual dos veces con el mismo hombre. “Casual” y “dos veces” no entran en la misma frase. “El mismo hombre” menos de menos. Multitud, promiscuidad o algo. No hay forma de que lo entiendan. Aló. Casual no necesariamente significa una sola vez. Casual significa ocasional y más nada ¿o no? Para ellas no. En el fondo, muy en el fondo de la raíz del hipotálamo, comparten la ancestralidad animal de la mantis, el insecto más repulsivo y asqueroso del mundo. La mantis religiosas de un coño religiosa (aunque se parece a una monja septuagenária horrible)  es una insecta monjigata de mierda. De hecho también le dicen santateresa. Después de copular, se voltea y zuás, de un solo mordisco le amputa y se devora la cabeza del macho. El pobre animalito todavía no terminó lo suyo, está exhausto y perdido de perinola, en el momento más nirvánico del mundo, en el segundo más desprotegido y débil de su vida… zuás polvo fatal. Moraleja de la historia: si te gusta una mujer no te la tires. Por lo menos, no de buenas a primeras. ¿Por qué? ¿Cómo es eso? ¿Me gusta y no me la tiro? No. Sí te la tiras enseguida, enseguida te va a botar, ¿entiendes? No, los bichos estos no lo entienden. Porque son hombres, unos animales testosterónicos y básicos que de nada pierden la cabeza.

Una mujer jamás pierde la cabeza porque tiene siempre demasiadas cosas a perder. La virginidad, la reputación, la autoestima, el orgullo propio, la propiedad del cuerpo, la inversión darwinista en el óvulo, la vaina. Todo en la vida sexual de las mujeres es un problema peástrico, un drama. Y si te dicen “sexo y más nada”, mala señal, peor. Para una mujer nunca existe el más nada. Pueden perdonarlo todo, y de hecho lo hacen. Se pasan la vida haciéndolo.  Jamás olvidan nada. ¿Olvidan un compromiso, una responsabilidad, una cita, una fecha, un cumpleaños? No, jamás. Tampoco olvidan una flor, un poema, una cena (de qué lado se sentaron y qué comieron), una palabra, un silencio, una coma. Una mirada, porque estabas tratando de caerle bien a su mejor amiga. No olvidan nada.

Sobre todo las palabras. Son arrechísimas con las palabras. Nacieron programadas con esa vaina dentro de la cabeza. Bla bla bla, yada yada yada, eso es lo peor que le puedes decir a una mujer. Peor que eso, solo decirles bla bla bla haciendo la figura de la boquita del pato, con la manito alzada. Hagan la prueba, nada más por experimentar, jajaja. Ya verán. Un volcán de una indignación tan profunda que yada yada yada. Y después decirles que las entiendes y que su indignación te resulta conmovedora. No joda. Que no estás siendo cínico, por ejemplo. Verrrga. !!!

Pero eso no es lo peor, todavía hay más. El más más peor de todos los escenarios, alerta naranja tres, es cuándo se callan. El día que se callan es porque de verdad verdad se acabó. Ni tu tía, tu prima, un coño. Se acabó. El día que te dicen “interesante, pero…” ya sabes que estás jodidísimo, que te dejó de moler los sesos pero te va a devorar la cabeza. Aunque todavía tienes un 0,0001 por ciento de chance, porque aún eres encantador o dulce o esas cosas. El día que te sonríen y se callan, nada. Nada es nada. La nada.

Excepto para una mujer. Para una mujer “nada” no significa que no hay más nada que decir, sino que no te va a decir más nada. Puedes correr y patalear. Te va a sonreír, de aquella manera (ojalá hayas tenido tiempo de descubrir la manera) y no te va a decir más nada. Te sonríe de aquella manera, te tice hola bien y tu, de aquella manera, te pone un like en tu comment de aquella manera, y te cabe a ti interpretar.

Por supuesto que uno no lo sabe interpretar, coño, hasta cuándo, cómo lo vamos a explicar. Me gusta significa que me gusta, no hay un botón para decir disgusto poco más o menos. Mira, te pongo un like pero... Eso no se puede hacer.

¿Ah, no? Mírame, pajarito vacilador. Te vi rondando, zopilote descabezado.  Te voy a poner un click a tu comentario cómo si le disparara al pato. De esta manera.