viernes, 4 de diciembre de 2009
Nota encontrada en una montaña rusa
Esto fue todo lo que pude escribir en tres semanas:
Se han escrito millones de libros inútiles sobre la depresion [on [o ón depresión. Definir la depresión se parece a una de esas paradojas de la física contemporánea, una imposibilidad cuántica. No es posible preguntarle a un deprimido qué siente. Si está deprimido no te puede dar una respuesta. Si no lo está, te dará una respuesta cualquiera del mundo de los vivos. Por definición, el deprimido no puede hablar. Y si lo hace es malentendido porque sintoniza otra frecuencia de onda. Caligrafía ininteligible. Nota encontrada en una montaña rusa.
a) de déficit de los sentidos, daltonismo generalizado. Los colores siguen estando ahí pero no significan nada. La música se vuelve una versión sofisticada del ruido de fondo. Los olores y sabores también desaparecen. La realidad se atenúa en penumbra gris.
b( retardo psicomotor. Necesitas mirar el dial del reloj durante diez o quince segundos antes de que el cerebro se acuerde de lo que iba a hacer o de cómo hacerlo. Iba a mirar la hora. Tomar una decisión, sobretodo se implica algún contacto social, por muy distante e impersonal que sea, se vuelve un calvario. Ir o no ir al supermercado. La hora en que será más improbable encontrarse con vecinos o conocidos. Bañarse o no bañarse antes.
Nada de lo que acontezca puede tener interés y por eso es preferible mantener la televisión apagada. Todo es ilusión, vanidad, futilidad inconsciente. Hombres y mujeres se parecen a ratoncitos hiper quinéticos víctimas de compulsión lúdica pueril,
Y es triste. Todo. Verlos a ellos, y a la transitoriedad tan violenta de la vida.
Esto fue lo que escribí. No lo he corregido, aunque con un par de retoques se le pudiera dar un aire más presentable. De todas maneras, lo que se pudiera ganar en efectividad estilistica se perdería en espontaneidad. Aparte esa espontaneidad, y precisamente por ella, es una mierda.
Aprendí hace muchos años a no escribir en un estado alterado. En la época en que bebía, y por más inspirado que me sintiera, no escribía. Y en mis fases, sean maníacas o depresivas, (que es a lo que vamos), tampoco lo hago. Una cosa es la exposición controlada de la escrita literaria. Otra cosa es salir a la calle desnudo. Es de terror soñar que se anda en medio de la calle desnudo. Así seas el ser humano con el cuerpo más perfecto sobre la faz de la Tierra, la mujer más bella del mundo. Imagínate un tipo que se está quedando viejo y barrigudo.
Hoy día se habla de bipolaridad. No solo es más “correcto” sino que da la idea de que le pasa a todo el mundo, que se trata de una diferencia de grado.
He estado viviendo solo en nuestro pequeño apartamento, en Portugal. Mi episodio de la ultimas semanas no fue grave, fue moderado. Así que me dio, ahí mismo en los primeros días, cuando me disponía a encender una lampara, uno de los bombillos explotó y me quedé sin luz.
Volví a conectar el interruptor general y verifiqué que me quedaba energía en las tomas de enchufe a lo largo de las paredes, pero que me había quedado sin ningún tipo de iluminación en la casa. Saqué dos lamparas de noche de sus mesitas y las coloqué en el piso. Una en el pasillo, otra en la sala. También me quedé sin agua caliente, claro. Cada vez que iba a la cocina abría la puerta de la nevera de par en par para medio ver por dónde andaba.
Ahora, aquí en Portugal, los días son cortos y fríos, naturalmente, estamos en diciembre. Ni siquiera intenté encender el calentador porque estaba seguro de que si le metía 1500 wats adicionales al consumo, el conmutador general se volvería a caer. La cocina es eléctrica, pero me quedaban bastantes latas, sobretodo de pescado, atún, calamares, esas cosas.
Me metí en el sofá debajo de unas mantas y esperé. Sé, por experiencia, que pasa, pero hay que darle tiempo al tiempo, sobretodo darle tiempo al antidepresivo. Mientras tanto la vida se te vuelve una mierda, pero pasa.
Hubo uno de esos días (no sé fechas porque en esas condiciones uno no lleva muy bien la cuenta) en que hice un esfuerzo y me animé a hacer lo mínimo porque la cosa se estaba volviendo un pelo complicada. Busqué un número de un electricista en internet y llamé. Me dijeron que me llamarían de vuelta para marcar día y hora. El día siguiente el teléfono tocó pero no lo atendí. El otro día volvió a tocar y tampoco lo atendí porque no estaba en condiciones de hablar. O porque no me dio la gana. Es confuso, pero es propio del estado.
Después decidí que yo mismo lo haría cuando me sintiera mejor. Pero, para evaluar la dimensión del trabajo, desmonté un par de interruptores de la sala a desgana. En un acceso de lucidez, me dije que, en mi estado, era recomendable que volviera a llamar al electricista. Lo hice, y de esta vez me dieron fecha y hora. Para el día siguiente a las nueve. Como ya me sentía un poco mejor, saqué la basura de la casa, cosa que no hacía hace quince días. Pero en invierno, y si cierras bien los restos de basura en dos o tres bolsas plásticas, la basura no huele ni tan mal.
Llegó el electricista. Buenos días, buenos días, no tengo iluminación en la casa porque hubo un cortocircuito. Vamos a ver, dijo él. ¿En dónde está el cuadro de los brequeres?
Me quedé de una pieza, balbuceando como un gafo, y le indiqué que el cuadro estaba precisamente detrás de él, detrás de la puerta. ¡A mi no se me había ocurrido buscar el cuadro!
Admito que esto le pueda pasar a otra persona, a una mujer de filosofía y letras a quien nunca le gustó el bricolaje, y no tiene nada de malo. Pero yo tuve una ferretería durante ocho años, vendí centenares de cajas eléctricas y talvez miles de brequeres. (En Venezuela le decimos así y hasta escribimos "breakers"). No solo los vendía, sino que antes de hacerlo calculaba el amperaje más adecuado. Para mi, no ocurrirme verificar el cuadro distribuidor, es como quedarse parado en la autopista, después de escuchar el carburador toser, y no verificar la gasolina.
Cuando el electricista abrió la portezuela de la caja, yo ya sabía lo que el hombre iba a encontrar: ¡un conmutador caído que solo había que levantar! Lo levantó, se encendieron las luces de la casa como si estuviéramos en navidad (y estamos) y se me quedó mirando, naturalmente estupefacto, con cara de “usted no me está vacilando, verdad?”
Por el estado de cosas que la luz súbitamente reveló, ese desorden e inmundicia en entropia termodinámica total, no me costó mucho convencerlo de que allí mismo, frente a él, en piyama y sin haberse bañado ni afeitado hace más de una semana, estaba un verdadero nerd, estrafalario y genuino.
Usted perdone pero no sé nada de nada de electricidad y hasta me da miedo, para serle sincero. Lo mío son otras cosas, le digo ,y apunto genéricamente a la estantería de la pared. La sala y el pasillo están forrados de libros, no se le ven las paredes (la mayor parte fueron comprados en segunda mano, casi por kilo).
Y que hace usted, me pregunta él. Tenía ganas de decirle filósofo epistemólogo, una vaina arrecha, pero le dije escritor, a ver. Yo siempre pensé que el día que dijera eso, escritor, las personas iban a quedar muy curiosas y bien impresionadas, pero últimamente lo he dicho varias veces y no pasa nada de eso, sino una cosa medio extraña.
Lamento informarle que le voy a tener que cobrar el traslado y la primera hora, que es la tarifa mínima. Cincuenta euros, para que aprendas. El último despiste de escritor bipolar interesante me ocurrió en el aeropuerto y me costó casi quinientos euros, para que no juegues. Antes de eso, en aquella fase del muy-bien-gracias-esta-expansividad-magnética-de-mi-personalidad-es-mi estado-natural (y no necesito ni medicamentos ni acompañamiento psico terapueta ni un coño), en esa fase, y en ese episodio particular, también di un traspiecito de nada, distraído, y me iba a costar la presencia de Celia en mi vida, es decir, que si no es mi vida misma es la parte que merece ser vivida.
He intentado no mentir, como lo intenta todo el mundo, y es por eso que, aunque no me guste, termino confesando que soy escritor y que soy bipolar (según los casos y las circunstancias, y cuando estrictamente necesario, naturalmente; faltaba más cargar una estrellita amarilla por ahí). Y en uno y otro caso la sensación con la que me quedo, después de afirmarlo, es la misma. Creo que mis interlocutores comparten la sensación. Pareciera que estoy dando una respuesta vaga, mencionando una enfermedad o profesión vaga. Queda todo incierto.
Todos, a nuestra manera, somo bipolares, me dijo alguien no hace mucho. Yo también siento eso, esa oscilación, me dijo. Estábamos sentados a una mesa y yo le puse una servilleta y mi bolígrafo enfrente para que escribiera. Anota ahí cinco formas de suicidio y las calificas después según sean más o menos violentas o placenteras.
Esta persona se irguió de una forma que su silla pareció retroceder como dos o tres metros de la mesa a la cual estábamos sentados. Ya había agarrado el bolígrafo pero lo soltó y lo dejó caer sobre la mesa como si se hubiera quemado. Ya no sabía si mirarme o desviar la mirada. Cambió la conversación de forma tan definitiva que ni me dio tiempo a explicarle más nada. Lo único que quería decirle es que esa enfermedad hiere a propios y próximos, destruye vidas, mata. Aunque no tengo devaneos suicidas, eso que quede claro, a dios gracias. No me dio tiempo.
Pero bueno. Volvió la luz otra vez. Me bañé, jeje. Ya empecé a trabajar. Me voy a caer por el gimnasio, silbando. Y hasta he publicado en mi blog una entrada medio vaga y muy extraña. Ahí vamos. Como dicen en las noticias: gracias por su amable atención. Adiós.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
Bravo!
Me alegra que se pasase es negra nube y que hayas podido escribir esta entrada que me ha parecido estupenda.
Tengo la suerte de no haber padecido semejante tortura -la depresión- pero, como casi todos (creo), sí he pasado por momentos duros que, aunque nada tengan que ver con ese otro daño-dolor, le ponen a uno en el camino de intentar entender. Creo que, tus palabras le vendrían muy bien a todos los que, de una u otra forma, tienen ese mal cerca o muy cerca.
Un saludo.
Gracias por tus amables palabras tanto en relacion a la entrada como a la enfermedad. Otro saludo con carino para ti.
Pues un abrazo, y si algo me ha dejado la vida es saber que esas nubes siempre pasan, siempre, no importa lo duro del chaparron.
Desde Venezuela donde no se si sabes estan jugando con la "breckera" del todo el pais....
Gracias Jóse (con acento venezolano). Pues sí, ya me dijeron que este año no hay renitas del ccct, una de las instituciones más sólidas del país. Otro abrazo para ti José Luis.
Fui a la psicóloga diciéndole que estaba deprimida. Le conté. Me dijo: "nooo, a lo sumo es un duelito". Ni mi terapeuta me toma en serio.
Tiempo sin pasar y leer con calma. Espero la luz le haya dado otro sentido a ese departamento.
Un abrazo.
Publicar un comentario