jueves, 17 de diciembre de 2009

Pájaro Viejo



Me dicen pájaro viejo. "Qué hubole Pájaro Viejo", "Pájaroviejo, mi caballo, ¿cómo estás tú?" Conozco a toda esta gente porque fuí taxista toda mi vida, de cuando los vehículos tenían taxímetro y andabamos de corbata y gorra. Y no las de esas, las de ahora. Las otras, de pala lustrada, jeje. Me quedaban muy bien, dígase de paso, sin falsas modéstias, tanto la corbata como la gorra. No me pelaba una gallina, jejeje. Jóvenes, viejas, solteras, casadas. Te vas a conseguir un zamuro y te vas a joder, me decían los panas. Qué va. Yo hacía lo que tenía que hacer y me pintaba de colores. Tranquilo, cero rollos raros, nunca tuve problemas.

Bueno, una lora, una vez. Los loros son tipos raros. Cuándo se empepan de una cuca e lora, nunca más la sueltan, es para toda la vida. ¿Qué sabía yo? Yo estaba muy tranquilo en mi vaina y en esto miro parriba. No joda, tronco e culo. Me estaciono el vehículo en la acera y subo. Buenas tardes, buenas tardes. Yo con mi gorra y la corbata y menos veinta kilos, en aquella época. Y ella haciéndose así con la patica y mirándome por el rabillo del ojo. Resumiendo, que le meto un poco de lengua y zuás. Llega el marido, el loro. ¿Qué miras tú, marico? No joda. Yo ni me había dado cuenta que aquél samán era un antro de loros, mano. Me dieron con todo, qué más. Es que eran muchos, no joda.

Después me pasó otra con una paloma pechúa de las arrechas. Yo no sé si ustedes se han fijado en las plazas y entradas de iglesias y esos sítios de palomas. Fíjense. Los machos ni comen, los coñemadres. Andan todo el tiempo detrás de las palomas, bajando y levantando la cabeza, viendo cuando las pueden prensar. Pero las coñas no se dejan, mano, nunca, es impresionante. ¿Cómo que no les gusta o qué? Hasta que conocí a una allá por los lados de San Basílio. ¡Cómo tiraba aquella mujer! Qué mamaguebazón tan desenfrenada, dios, ni sé como explicarlo. Después, pasado un par de meses, se apareció por aquí, por San José, embarazada, y que preguntando por mi. Ajá. Tuvo unos pollos blanquinegros, grises de bola, casi desplumados y con una ridiculez de piquito así de este tamaño. "Son tuyos", me dijo la sinverguenza. Jajaja, cómo me pude reír aquella vez.

En fin, las historias de la vida. Una vez me cojí una cisna en una casa de quinta de La Lagunita. Me la pasaba en un burdel que había dentro del Parque del Este. Y otros cuentos más que no importan. Ahora ando así. Esperando a que mi compadre tenga un tiempito para revisarme el cigueñal del carro. Las juntas tampoco andan muy bien. Por no hablar de la albumina y de los triguicericos. Mi vieja me decía "te vas a quedar solo, mijo". Pero yo no le paraba bola. Juraba que nunca me iba a crecer la barriga. Después me cayó el pelo, más tarde fue lo del accidente que me dejó bastante alicaído y eso. "Epale pájaroviejo", "Dame la cola Pájaro Viejo". ¿Qué les digo? ¿Es mentira?

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