lunes, 14 de diciembre de 2009

140 Palabras. Un cuento de navidad.


Uno, 14 de diciembre

Chocaron. Ella dijo que no era nada pero él insistió en llevarla a una clínica cercana. La pusieron en observación. Él habló con los médicos y lo dejaron quedarse por ahí cerca. Las enfermeras le pusieron una silla a los pies de la cama en aquel habitáculo exiguo de las emergencias, cerrado por cortinas.
--¿Qué les dijiste a las enfermeras?-- preguntó ella.
--Nada. Creen que soy tu novio.
--Soy tu víctima, no joda.
--Jeje.
De repente se acordó del carro.
--¿En dónde lo dejé?-- preguntó, súbitamente preocupada.
--Yo te lo estacioné, ¿no te acuerdas?
No, sí, es decir, no estaba segura.
--Hazme un favor, Carlos-- dijo.
--¿Cómo sabes que me llamo Carlos, chica?
--Porque me lo dijiste, ¿no?
--Pues...no. Nunca te lo dije.
--¿Estás seguro?
--Habla menos y descansa más, mija.
--¿Seguro?
Se quedó como pensando y se durmió.




Dos, 15 de diciembre

Se quedó mirándola. Sería el neón, el silencio, o por el aspecto séptico de todo, lo cierto es que a medida que se adentraba la noche, la situación se volvía cada vez más rara. Quien tenía al frente era una perfecta desconocida, una mujer bonita, ok, pero eso no le daba derecho a morbosearle las tetas. Mucho menos a velarle el sueño, cuidarla. Lo esperaban en su casa, debía irse. Ya mucho había hecho él con traerla a la clínica. Se levantó sin saber adónde iba. Terminó en el estacionamiento, frente a su carro, aún sin saber qué quería hacer. Era como si intentara recordarse del futuro, de lo que venía a continuación. Abrió una de las puertas y sacó un libro del banco de atrás. Regresó al cubículo de las emergencias. Seguía durmiendo. Se sentó y abrió su libro.



Tres, 16 de diciembre

Ambos se despertaron cuando la enfermera, para poder pasar, recogió el libro del suelo y lo colocó sobre la mesita de noche.
--¿Cómo se siente?-- preguntó.
--Pues... creo que dormí mucho.
--Cómo no iba a dormir si le puse un poquito de poción mágica en el suerito de ayer-- dijo la enfermera, guiñándole un ojo a Carlos.
--Tengo hambre-- dijo ella.
-- Cuando salga del quirófano va a poder comer.
--¿Quirófano?--preguntaron los dos a un tiempo.
--No se preocupen, algo de rutina. Todo va a salir bien, ya van a ver—dijo, al tiempo que empezó a empujar la cama para fuera de la habitación. Estaba sucediendo todo demasiado rápido, no les daba tiempo a pensar y a reaccionar.
--Agarra mi celular y llama a mi papá—dijo, cuando ya cruzaba la puerta y abandonaba la enfermería.
--Pero...
--Por P.



Cuatro, 17 de diciembre.

Los padres llegaron poco después, esa mañana. Estaban visiblemente consternados. Margarita (Carlos se estaba enterando ahora de su nombre) no acostumbraba pasar la noche afuera, mucho menos sin llamar antes, para avisar. Quisieron subir para esperar en el mismo piso del quirófono pero no se le permitieron. Hicieron mil preguntas a las cuales Carlos no sabía responder. A él también le había parecido intempestivo e improcedente una intervención quirúrgica. A fin de cuentas ni había sido un accidente grave. Es verdad que tanto ella como él salieron con unos rasponcitos por aquí y por allí, pero más nada.
--Me pareció que pasó bien la noche, y es todo lo que sé, qué les puedo decir.
Pasaron cinco horas en la sala de espera, buscando que decirse unos a otros, después de intentar hablar con cuánto médico pasaba por aquél pasillo.

1 comentario:

LuKiA dijo...

Una vez pensé chocarle el carro a un tipo que veía constantemente en un semáforo cerca de mi casa, podría ser que de esa forma me descubriera... Ya no vivo ahí, me tardé.