jueves, 7 de mayo de 2009

Diestra y Siniestra, o cómo piensan los hombres



Siempre que puedo cuento la historia del teclado Dvorak. Me fascina la historia. Este señor (nada que ver con el compositor) allá por los años treinta inventó una nueva disposición para las teclas de las máquinas de escribir. Hasta entonces cada fabricante tiraba las letras en sus máquinas como les daba la gana. Dvorak hizo una aproximación científica a la vaina y propuso una distribución racional y sensata de la cosa. Después de estudiar las frecuencias estadísticas de las letras en inglés, atribuyó los dedos más usados, tales como el indicador o el medio, a las letras más comunes, tales como la “e” o la “a”. Sencillito. Resultado, dos puntos, que las mecanógrafas empezaron a escribir tan rápido que el mecanismo de las máquinas, aquellas palanquitas que parecían ganchos de crochet, se atascaban, se encabalgaban unas en otras, era un enredo. Y aquellos salones donde largas docenas de señoritas americanas tecleaban eficientemente se volvieron un infierno de manitos paradas en el aire. Aquello era una vaina insoportable para los señores supervisores (los jefes eran hombres, claro) hasta que a uno de ellos, que estaba hasta la coronilla porque el mujerero indignado lo tenía a monte, se le ocurrió una idea genial de macho. Muy sencilla, también. Pues, hacer exactamente lo opuesto de lo que hizo ese tal Dvorak, y sin mucho estudio de frecuencias ergonómicas ni mucha pendejada. Agarró unos papelitos del tamaño de mediecitos, sacó la lengua de medio lado mientras les escribía una letras analfabéticas encima, y pegó los papelitos a las letras del teclado. Con un pequeño pormenor, ahí estaba el detalle. Que atribuyó las letras más usadas a los dedos y a los movimientos más torpes. Las vocales, por ejemplo, las puso todas fuera de la línea media en donde reposan los dedos, a excepción de la “a”, a la cual atribuyó el meñique, y de la mano izquierda para más inri. Se acabaron los atascos. Las jodió a todas, a las letras y a las señoritas mecanógrafas, y a todos nosotros, de paso, porque todavía usamos el teclado QWERTY, esa infamia. Por supuesto que en la actualidad ya no necesitamos un teclado que nos haga más torpes y lentos, pero todos los intentos por imponer un teclado más eficiente han fracasado. La gente se acostumbra a todo. Hoy día las adolescentes japonesas escriben novelas enteras con el teclado del celular, por ejemplo. Novelas que después de circular en forma de mensajes de texto se transcriben a papel y se convierten en bestsellers en las bancas de las librerías de Tokyo! Las colegialas japonesas son unos engendros culturales rarísimos, locas como cabras. A Nabokov le daría un infarto si llegara a ver las faldas de lolitas prostitutas que se ponen encima. Pero bueno, ése es otro cuento.

Volviendo. Lo mismo sucede con las cámaras fotográficas. No me refiero a las compactas barra piches, sino a las profesionales, aquellas cosas negro mate con 12 megapíxeles y zoomes alemanes y más botones que la cabina de un Boeing. Las llamadas cámaras SLR. Los principios de funcionamiento de una cámara digital no guardan la más remota relación con los mecanismos de la impresión en film que se usaban antiguamente. El espejo, el visor, el obturador, el diafragma eran todos procesos mecánicos, a veces increíblemente refinados, pensados en función de un resultado foto químico, la captación e impresión de la luz sobre la película. Y la película misma era otra vaina físico química arrechísima y super sensible a las condiciones de la luz. Pues bien, las máquinas modernas no tienen nada que ver con esta guevonada de procesos esotérico-alquímicos, pero siguen presentándose con botones ISO (¡que miden la sensibilidad química del film!), velocidad del obturador, apertura del diafragma y un largo y anacrónico etcétera. Lo más increíble es que estos pormenores se justifican y hacen falta, entre otras cosas, porque nuestra educación estética en la apreciación de la fotografía está íntimamente relacionada con la evolución histórica de la cámara. Gran parte de la sofisticación técnica incorporada a estas cámaras solo se explica porque están concebidas para emular las limitaciones de las antiguas cámaras mecánicas!

Me fascina esta etiología de las convenciones cotidianas, vamos a llamarle así (coño, tengo que anotar esta idea genial antes de que alguien se me adelante y me la quite). El descubrir porqué las cosas estúpidas que hacemos las ejecutamos así de esta manera. Mi abuelo, por ejemplo, la tenía agarrada conmigo porque yo no quería hacer las cosas por la izquierda. El tenedor se usa con la izquierda, el piripicho se usa por la izquierda. Una vez fuimos juntos a Oporto y me compró una bicileta. Azul. Delirio total. Llegamos a la casa.

--Te voy a enseñar a montar bicicleta—me dijo-- Primero y principal, se monta por la izquierda. ¿Porqué? Porque sí, siempre por la izquierda. No se te olvide.
--OK. ¿Qué más?
--Más nada. Dale.

Eso fue todo lo que me enseñó. Y de hecho, en toda mi vida nunca he visto a nadie que se monte en bicicleta o en moto por el lado derecho. La palanca de reposo de las bicicletas está invariablemente colocada del lado izquierdo. Qué raro, no. Hasta que muchos años después descubrí de donde provenía la convención. La mayor parte de la humanidad es y siempre fue diestra. Desde tiempos inmemoriales los guerreros llevaban la espada o la daga del lado izquierdo. De esta forma era más cómodo, más fácil y más rápido empuñarla. Tanto los griegos de Alejandro como los mongoles de Gengis Kan montaban sus caballos por la izquierda. Si intentaran hacerlo por la derecha, cosa imposible, no solo podrían herir el caballo sino que incurrían en el pequeño riesgo de auto amputarse las bolas.

Hasta ahí todo explicado. Lo que no me explicaba yo todavía por ese entonces (porque tenía ocho años y jugaba caimaneras con balón de goma), lo que no terminaba de encajarme del todo era la razón por la cual debía usar el piripicho del lado izquierdo.¿Acaso debía estar listo para empuñarlo rápidamente? No, eso no podía ser. Seguro que era otra de esas estupideces de viejo que le ocurrían todo el tiempo a mi abuelo. Yo lo usaba como me diera la gana. A la izquierda, a la derecha, al centro, arriba y abajo y héme aquí eccehomo, como se estaba viendo, no pasaba nada. Y fui creciendo (en todo los sentidos, claro), me fui desarrollando pues, y ya no jugaba más caimaneras con baloncito de goma en el estacionamiento del Parque del Este. Empecé a entrenar con balón profesional en los campos del San Ignacio de Loyola. Donde ahora está el Centro Comercial, en ese terreno, estaban los campos de fútbol del Colegio San Ignacio. Tenía como catorce o quince y el campo se me hacía de una extensión insoportablemente enorme, y la pelota era una vaina insoportablemente pesada, y a todos nos parecía insoportablemente exigente el fútbol de verdad verdad pero nadie decía nada, nadie se cortaba. Pasados los quince minutos iniciales todos queríamos ir a la portería, no porque tuviéramos una particular vocación de guardameta, sino porque el primer cuarto de hora era suficiente para dejarnos de rastros, botando los bofes, mamados. Estaba en una de esas, jugando a la portería, y me cae el balón en las manos. Me lo afinco contra el pecho, pues, me doy mi tiempo y mi bomba, y después le digo con el brazo a todo el mundo que se vayan adelante. Tuti li mundachi palante, al ataque, que voy a dar un patadón de portero profesional, era lo que estaba diciendo yo con el brazo. El patadón del portero es un espectáculo por sí mismo. Ver el balón sobrevolando un estadio en trayectoria balística perfecta, como la bala de un cañón, pues, es una escena de una belleza indescriptible, como se sabe. Los más incrédulos se quedaron más acá de la línea del medio campo, pero yo insistía, alante, palante todo el mundo, pues, ya me van a ver. Tiro el balón al aire, calculo el momento post rebote con aquella precisión nanocronométrica y le pego el patadón de mi vida con todas las fuerzas de mi alma. Caí pal lado, desmayado. Me llevaron para la enfermería. Carmencita me preguntaba qué te pasó. Ella era monjita pero encaletada, de esas que visten de civil. Era telefonista, secretaria, consejera vocacional, monaguilla los martes y jueves, y atendía el dispensario. Qué te pasó, me preguntaba ella. Bueno, que llevaba el machete por la derecha y el patadón de vaina que me lo arrancó, con bolas y todo. Tenía ganas de decirle yo, confesarme, aunque no le dije nada. Pero desde ahí he seguido la máxima sabia de mi abuelo y lo cargo siempre por la izquierda. Pronto, listo y alerta para cualquier eventualidad, como un arma de guerra. Creo que se me ha pandeado un poco, tipo cimitarra, pero bueno.

Por supuesto que nunca he preguntado a ningún hombre de qué lado lo usa. Pero estoy segurísimo de que, por una u otra razón, arribaron a la misma conclusión que yo, y lo usan del lado izquierdo. Así que aquí les va un dato a las lectoras que visitan mi blog para averiguar cómo piensan los hombres. Ya se saben la regla, por supuesto, pero vamos a repasarla brevemente. Si es interesante: o es casado o es marico (de otra forma no estaría disponible, claro). Eso lo sabe cualquier colegiala, japonesa o normal. Saber si es casado no es difícil. Si todavía tienes dudas y no lo sabes es porque no has querido averiguarlo, y en ese caso la cosa es grave, porque estás enamorada o en peligro de. Alerta grado 5, pandemia inminente, luces naranjas. Ya saber si es marico o no es un poco más difícil en los tiempos que corren. La masculinidad escasea tanto que ya es casi un asunto de grado, tú me entiendes. Pero te voy a dar el dato crucial, el tip de tu vida. Échale una ojeadita al pájaro, mija, sin pena. Si lo usa a la derecha es marico. Punto, no hay más nada que ver. Olvídate. Busca “amistad”... ¡Un hombre no busca amistad nunca por dios, hijas, neveres de los jamases, hasta cuándo se mojonearán con esas patrañas! A menos que no haya jugado de portero en toda su vida, cosa extremamente improbable. Si lo usa a la izquierda puede que sí o puede que no. Depende. Puede que sea beisbolero, por ejemplo. Ahí les dejo eso, pues, para que piensen y tomen sus medidas pertinentes. Siempre a la orden.

La foto, publicada hoy en Facebook, es de Domenico de Vicentis, un amigo venezolano que conocí por este blog y que vive en Auckland, NZ. El segundo venezolano que encuentro por estos lados. Descubrimos que tenemos amigos comunes! En los últimos días Domenico ha estado sacando fotos a la gente allá en Auckland, idea tan sencilla como fascinante. Un abrazo para ti, Domenico. Espero que no te moleste ver tu foto publicada por aquí.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

entonces.... los zurdos tambien lo llevan por la izquierda? son todos maricos?

leila dijo...

pensaba que tu abuelo te decía que lo "agarraras" con la mano izquierda para hacer pipí. Claro, si no te lavas las manos, se explica. Todos los demás datos se agradecen enormemente. Entonces, recapitulo: primero hay que buscar el anillo, después hay que ver pa qué lado le cuelga. Fácil.

Jaime Senra dijo...

Nos ha llegado a la redacción de nuestro consultório esta interrogante que nos coloca un lector anónimo. Es una pregunta asaz interesante que pasamos de inmediato a responder. En el pasado se asumía que los homosexuales presentaban una conducta "desviada" del comportamiento padrón. Hoy día la ciencia ha descubierto que no es así. Existen dos tipos de hombres. Los maricos, y los que todavía no han tenido tiempo o disposición o abertura de mente para admitir que lo son. Si eres zurdo y lo llevabas por la derecha probablemente pertenezcas a esa área muy extendida y difusa en la que las dos categorías se sobreponen. La terminología clínica refiere estos casos como el "Síndrome de Tirápalo". Tirapolo fue un héroe griego que tiraba pa los dos laos. Y a juzgar por toda la sintomatología que presentas bien pudiera se tu caso.

Jaime Senra dijo...

Pasamos a responder también a la señorita Leila Macor que amablemente se ha identificado. Querida Leila, querida lectora. Veo que captaste al vuelo mi dato, y lo resumiste en una máxima heurística de mucho provecho y utilidad para tus colegas. Gracias. En cuanto a usar una sola mano por precauciones higiénico sanitarias, solo te digo una cosa. Ni se te ocurra enseñarle eso a un hijo tuyo, un sobrino, lo que sea. Se nota a leguas que nunca has tenido uno, permiteme que te lo diga. Hay que usar las dos manos, siempre. Porque una mano lo agarra y la otra sujeta firmemente el elástico del interior. Si llegas a descuidarte por un segundo, fuas, adiós tequeñón, te lo amputa.

FRANCISCO PINZÓN BEDOYA dijo...

Es fascinante llegar a tu BLOG. Podría seguirme riendo pero debo trabajar...

Un saludo desde Colombia, a un brasilero ensamblao en Venezuela y escritor en Auclkland... o algo así JAJAJAJA

Jaime Senra dijo...

Señor Francisco Pinzón Bedoya. No trabaje tanto y sobretodo no se ría de la tragedia ajena, jeje. Un cordial saludo desde NZ.