Ayer. M encuentro a Verónica, de Recursos Humanos. RRHH, les encanta escribirlo así, en el pasillo del segundo piso. Estamos a 22 de Enero. ¡22! Pero ella se me abalanza encima deseándome feliz año. Una fracción de segundo, no da para pensar. Por increíble q parezca soy yo el q se mantiene rígido, aplomado, pelín distante. Soy más alto que ella. Me abraza pues, con naturalidad, con ternura. Con no sé qué más. De verdad no me lo espero. No me lo espero.
Pero a última hora, intentando corresponder a la inesperada efusividad, en esta corta fracción de segundo, lo intento. Casi por respeto, por no mostrarme estúpidamnt frío o algo. En este nanosegundo la abrazo. Le coloco los brazos por detrás de la espalda y la aprieto con suavidad.
Tengo perfecta consciencia d q ella m estruja más a mí q yo a ella. Feliz año. Votos para todo un año en un nanosegundo. En esto siguen los nanosegundos. M toca ahora corresponder. Xq soy el Sr. Javier y la guevonada a la q debo acostumbrarme. Aparentando naturalidad. La separo de mí, la tomo por los hombros y le pregunto, con esta sonrisota de jefe, un deber q m corresponde, cómo va la conciliación de nómina. Digo. ¿? Y ella empieza a hablar. Cosas. Solo le veo los labios. Estos labios q s mueven y n sé q dicen. Y esta sensación q disimulo pero q permanece en mis brazos y manos.
Entiendo q m habla xq sus labios s mueven. Pero mi atención está concentrada en otra cosa. En ese abrazo. Y en el recuerdo nanosecúndico q dejó en mis manos, en mis brazos, como dije. Y en mi pecho. Acabo de sentir la textura de su blusa a rayas. Del alza de su sostén. Del surco, del vínculo que le marca el sostén en la espalda. Es decir, de la textura de su carne y de su cuerpo. Pero sobretodo, sobretodo el calor de sus pechos contra mi pecho. Lo puedo jurar. Fue la milésima del nanosegundo ese, pero lo sentí. Sus pezones. La absoluta ternura. La tibieza de los pechos tibios de una mujer contra mi pecho. Unos pezones. La posibilidad, perfctmnt insinuada de unas grandes rosas con un botón. Y una vaina.
Pero mientras tanto Verónica está hablando. Yo no escucho nada, por supuesto. Jamás me había fijado en sus pechos, en esas increíblemente tibias y dulces tetas. Q tampoco ahora puedo ver, atrever a mirar. Ella me está hablando de la conciliación de nómina, un tema importante, por favor. A menos de un metro no puedo bajar la mirada para comerme sus tetas, las cositas estas que me acariciaron, coño, sería el colmo del descaro. Y no se trata de descaro o no. Son vainas q no van conmigo, q no quiero, n puedo no debo permitir y n lo hago. Punto. Pero ella no deja de mover los labios, y el recuerdo tan lejano de este circunstancial abrazo tan anodino y tan cercano. Y la vaina. Hablando de labios. Me estoy medio pasando, creo. Pero jamás m imaginé que Verónica tenía un cuerpo. Este cuerpo q se me está volviendo tan tan. Y bueno.
Uno aprende a conocer su propio cuerpo tamb. Y esto es una verdadera erección. No es la cosa normal, la de cuando ves a Maridemarquetin meneándose el culote mientras sube las escaleras del estacionamiento de visitantes. Es otra cosa. No es que se te para. Es que se te pone hinchado o algo. Los labios nómicos de Verónica te hablan cada vez más dulces y. No sé, o sé. En cualquier momento esta erección se me notará. Debo dar la conversación por terminada. Dios. Verónica es tan dulce. Jamás me imaginé que estaba tan durita y tan podrida de buena antes del feliz 2013. Estoy cien coma cero cero por ciento seguro que no lo hizo adrede, por coquetear. Es solo una niña de la conciliación nómica insoslayable, con sus pezones y su triangulito que me imagino. Una niña. Y yo bueno. No necesito que me lo cuenten. Sé mejor que nadie que todavía estoy duro y que tengo esta fama. La de ser medio inescrutable o irascible. Buen jefe pero estresado o algo. ¿Desde cuándo uno no sabe quién es? Porque digo cosas como éstas. “Ok. Está muy bien, Verónica, pero enseña resultados, chica. Hablamos la semana que viene. El lunes. El lunes no, el martes. Convoca a la gente. En la sala de reuniones de Controlaría.”
Coño coño coño de la madre. Esta niña preciosa me está pidiendo el reconocimiento justo de su trabajo y yo no le puedo acariciar la espalda. La debo jalar hacia arriba. Tan inocente Dios. Tan niña. Tan inconsciente de que la pudiera chupar chupar chupar. Martes. Sala de Contraloría. Dios dios dios. Aquí pues. Invocando en vano. VANO VANO VANO. Esto se escuchó en los tres pisos. Pero todo el mundo sabe que ando siempre medio estresado, medio loco loco loco.
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