sábado, 26 de enero de 2013

ALT CTRL DEL: Mi Ultima Crónica de Nueva Zelanda

Si buscas a “Crónicas de Nueva Zelanda” en Google, te aparecen mis crónicas mezcladas con las de un plagiador analfabético, que se buscó un nicho de mercado: gente que procura información sobre Nueva Zelanda. Un montón de gente buena, hispanohablante, que busca un país mejor, un proyecto de vida, una vida mejor y diferente. Gente que se ha planteado huir de todo y empezarlo todo de nuevo, en un país idílico y casi utópico, en el que se viva en paz. Españoles, mejicanos, venezolanos, uareber. Gente buena que busca vivir de su trabajo, sin trampas, y educar a sus hijos en un sitio. Ese es el nicho de mercado de este Raúl Nomeacuerdo, que se plagió el titulo y hasta el template de mi blog. Ya no tolero más ver mis escritos mezclados con estas parrafadas raúlicas.


Así que bueno, estoy harto. Se acabó. Debo admitir que me cansé. El problema no es Raúl. Es que me parece que la cosa ya no va por aquí.

Mirado en retrospectiva, mi blog hubiera debido llamarse “Crónicas desde Nueva Zelanda.” Porque nunca se me ocurrió atraer un mercado. ¿Hablar de Nueva Zelanda? Nunca se me pasó por la cabeza. Para mí, estos textos espontáneos son, y siempre fueron, un ejercicio de calistenia literaria, como el músico que dedica una hora a practicar escalas, antes de salir de la casa camino a los ensayos de orquestra. Saliendo a caminar a las seis de la mañana, antes de salir trotando hacia el trabajo.

Disfruté un puyero escribiendo mis croniquitas. No me enrollé (mucho) con peos de estructura (palabra horrenda). Pero aún así, sin magnificarlas, mis escrituritas intentaron ser buenas. Bien hechas. Y escribir bien, para mí, en una bitácora, significa transmitir algo personal, con sinceridad y humildad, sobretodo, por encima de todo, respetando la sensibilidad e inteligencia de mi interlocutor. Los tres gatos vip. No me interesa, para nada, q los demás me lean o no, m entiendan o no, si tengo muchas visitas al site, o no. Los números me saben a mierda porque, a dios gracias, no saco ningún provecho material de esto, sea directo o indirecto, sino que vivo de mi pulpería, mi abastos. Alt ctrl del.

A nadie le gustaría ser confundido con Raúles Cualquieras. Debería cambiarle el nombre a mi blog, empezar de cero, otra vez? No joda! Qué nombre le daría? ¿”Intimidades del destierro”? Una cosa facilona así? Arrgh. A lo mejor debiera postear entradas para la gente buena que busca un país mejor. The Kiwi stuff. The real thing. Y después me haría un pause viviendo de los rendimientos de Google Ads. Uhmm. No creo.

Pasados tres o cuatro o cinco años (no sé sacar fechas ni lo quiero aprender) de botellas tiradas al Pacífico, se me ocurre hacer una antología y enviársela a una editora. Para obtener la respuesta q le dan a mis libros de cuentos y novelas: N/A, como dicen las casillitas de Excel. No answer, not available, no sabe o no responde. No hago esto para ser leído sino para hacerme escrito coño. De verdad verdad, créanme o no, nunca me importaron las estadísticas de visita sino mis palabrejas personales. Las que me salen con naturalidad legible, las que algún día, si llego a quererlo (lo dudo) me retrazarán. Palabras como pisadas, como aplastadas, deformadas, escoñetadas. Al fin y al cabo ilegibles. Siempre.

También hago dibujitos tipo mariqueras en mi agenda. Tipo diario con candadito. Como todos saben. Y es increíble. Tardo qué? Diez, veinte minutos, haciendo un dibujo, una aguada libre, una cosa de esas. Sencillita y despreocupada, escuchando música. Y me dicen “qué bonito” o qué no sé qué cosa. En cambio, me pierdo por tres o cuatro o cinco horas buscando la perfección del texto de una página… y nadie me dice nada. Es así. Así es. (A quién coño en este mundo se le ocurriría que “así es, es así” encierra una referencia literaria, y otra alusión muy personal, a Kurt Vonnegut??? No joda!!!) Solo quiero demostrar que me escribo, y que muy sinceramente, desde el fondo del alma, me importa un coño y me sabe a mierda. Todo excepto. Que si algún día llego a necesitar reverme me pueda encontrar. Me puedo arrepentir de haber vivido, como no, ya lo sé. Y de todos los errores, mis crímenes, mis amores. Sí. Pero debo poder encontrarme, reencontrarme, porque será mi última oportunidad de reconciliación y apaciguamiento. Te equivocaste, te pelaste, todo lo hiciste mal. Así, mira, aquí está. Por ponerte un ejemplo. Como un pollito que va caminando y suelta su hilo de Ariadna: su cagada. Por supuesto que todo lo hice y continuaré haciendo mal. Soy él que lo hice mal. Aquí y allá y por todas partes, mira, aquí está. Voy a guardar mis pisadas, mis cagadas, en un álbum precioso, de cuero? O lo dejo ir? Perdí libros completos, Moleskines repletos de dibujos. Solo los dejé ir. Porque nada sobrevive. Dibujo por encargo. Y qué? Me acuerdo de Apeles y me digo que nada sobrevive. No queda nada. Sino que se hace, y no queda nada.

QED. Lo cual queda demostrado, amigo Raúl. Amigos igual. No tiene nada de malo escribir sobre Nueva Zelanda. Hay tanta gente que necesita escuchar de primera mano lo que es Nueva Zelanda. Es un bellísimo país en muchos sentidos. Está bien. Lo único malo es aprovecharse de las cosas de otros, de las cosas que ni siquiera sabes en qué sentido le pertenecen a otros. No reclamo derechos de autor, propiedades, primicias, primacías, copyrights estúpidos. Nada de eso. Verás. Una vez había este señor francés que encontraba cosas en la calle y las firmaba. Firmaba toda verga, ruedas de bicicleta, urinarios, cómo diciendo “firmo un pedazo de mi vida o algo”. Firma: Marcel Duchamp. ¿Cómo se te ocurre, Raúl, borrarle la firma? ¿Cómo se te ocurre, marico de un coño, hijo mío, apropiarte de su vida? Ok. Sé que ya está bueno. Ya te pegué mucho. Terminaste siendo mi víctima, y hasta te pido perdón.

Pero con Raúl o sin Raúl, apenas un pretexto, me parece que las Crónicas de Nueva Zelanda se acabaron. Gran guevonada. A nadie nunca le importaron. Ni siquiera a mí. Excepto en esas cuatro o cinco horas en las que me dedico, con concentración absoluta, a la redacción de una estúpida página.

Marcel Duchamp un día decidió que la pintura se había acabado para él, y se fue a jugar ajedrez en Argentina. Me lo imagino un viejito, absolutamente desconocido y anónimo, acurrucado en un banquito de la Plaza de Mayo. Se imaginaba que su obra perduraría? Jamás. Le importaba? Menos. Hay otros que lo abandonan todo y se van a vender armas en la Abisinia. Qué coño c’est la vie nadie lo sabe. Pero mínimamente sé quién soy. No joda. Muy muy lejos de ser el precoz Rimbaud o el viejo Baudelaire.

Así que vale la pena? Si hemos de estar condenados a reproducir la mediocridad, cuál será la mejor forma de hacerlo? Viviendo, me imagino, no sé.

Ya no me acuerdo cómo empezó la primera crónica de nueva zelanda. Ni lo voy a verificar. Pero de seguro que nunca me imaginé carear a Raúl con Duchamp.

E. Zola mandó a grabar unas letras en bronce que colocó por encima del marco de la puerta de su estudio. Nulle die sine linea. Ningún día sin una línea, o algo parecido. Durante añales creí que esta frase se debía a Plinio, El Viejo. Pero no. Plinio estaba citando a Apeles, el pintor griego del que algo se sabe, pero nada quedó. El que se propuso no pasar un día de su vida sin trazar una línea. Precisamente de él, nada quedó. Sino esta frase. Con una especie de meta significado. De meta de meta. Irónico y absurdo.

Todo tiene un principio y un fin. Parece que los cosmólogos no lo han entendido. La primera crónica. Surgida de la nada. Y la última. Que no tiene ya nada que demostrar, que no busca adjetivación. Ritmo. Fácil o no. Implosión.

Voy a dejar de garabetear estupideces? Probablemente no. Ya se me hizo un hábito. No es que no quiera. Creo que no puedo. Dibujaré, qué sé yo…Pero hacerlo por aquí, malgastando mi vida, poniéndola a dialogar con raúles… Pues. No vale la pena. No fue una absoluta pérdida de tiempo. Es más, creo que aprendí a escribir mejor, mucho mejor. En muchos aspectos técnicos y en algunos sentidos fundamentales. Pero qué pensaría la gente si les dijera que he aprendido a masturbarme mejor? Que me volví un artista del hambre, un artista del trapecio, un artista de la paja? No. Verdad? Borrar, delete, borrar.

Beso grande, mis gatas, mis gatos. Adiós.

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