viernes, 1 de febrero de 2013
sábado, 26 de enero de 2013
ALT CTRL DEL: Mi Ultima Crónica de Nueva Zelanda
Si buscas a “Crónicas de Nueva Zelanda” en Google, te aparecen mis crónicas mezcladas con las de un plagiador analfabético, que se buscó un nicho de mercado: gente que procura información sobre Nueva Zelanda. Un montón de gente buena, hispanohablante, que busca un país mejor, un proyecto de vida, una vida mejor y diferente. Gente que se ha planteado huir de todo y empezarlo todo de nuevo, en un país idílico y casi utópico, en el que se viva en paz. Españoles, mejicanos, venezolanos, uareber. Gente buena que busca vivir de su trabajo, sin trampas, y educar a sus hijos en un sitio. Ese es el nicho de mercado de este Raúl Nomeacuerdo, que se plagió el titulo y hasta el template de mi blog. Ya no tolero más ver mis escritos mezclados con estas parrafadas raúlicas.
Así que bueno, estoy harto. Se acabó. Debo admitir que me cansé. El problema no es Raúl. Es que me parece que la cosa ya no va por aquí.
Mirado en retrospectiva, mi blog hubiera debido llamarse “Crónicas desde Nueva Zelanda.” Porque nunca se me ocurrió atraer un mercado. ¿Hablar de Nueva Zelanda? Nunca se me pasó por la cabeza. Para mí, estos textos espontáneos son, y siempre fueron, un ejercicio de calistenia literaria, como el músico que dedica una hora a practicar escalas, antes de salir de la casa camino a los ensayos de orquestra. Saliendo a caminar a las seis de la mañana, antes de salir trotando hacia el trabajo.
Disfruté un puyero escribiendo mis croniquitas. No me enrollé (mucho) con peos de estructura (palabra horrenda). Pero aún así, sin magnificarlas, mis escrituritas intentaron ser buenas. Bien hechas. Y escribir bien, para mí, en una bitácora, significa transmitir algo personal, con sinceridad y humildad, sobretodo, por encima de todo, respetando la sensibilidad e inteligencia de mi interlocutor. Los tres gatos vip. No me interesa, para nada, q los demás me lean o no, m entiendan o no, si tengo muchas visitas al site, o no. Los números me saben a mierda porque, a dios gracias, no saco ningún provecho material de esto, sea directo o indirecto, sino que vivo de mi pulpería, mi abastos. Alt ctrl del.
A nadie le gustaría ser confundido con Raúles Cualquieras. Debería cambiarle el nombre a mi blog, empezar de cero, otra vez? No joda! Qué nombre le daría? ¿”Intimidades del destierro”? Una cosa facilona así? Arrgh. A lo mejor debiera postear entradas para la gente buena que busca un país mejor. The Kiwi stuff. The real thing. Y después me haría un pause viviendo de los rendimientos de Google Ads. Uhmm. No creo.
Pasados tres o cuatro o cinco años (no sé sacar fechas ni lo quiero aprender) de botellas tiradas al Pacífico, se me ocurre hacer una antología y enviársela a una editora. Para obtener la respuesta q le dan a mis libros de cuentos y novelas: N/A, como dicen las casillitas de Excel. No answer, not available, no sabe o no responde. No hago esto para ser leído sino para hacerme escrito coño. De verdad verdad, créanme o no, nunca me importaron las estadísticas de visita sino mis palabrejas personales. Las que me salen con naturalidad legible, las que algún día, si llego a quererlo (lo dudo) me retrazarán. Palabras como pisadas, como aplastadas, deformadas, escoñetadas. Al fin y al cabo ilegibles. Siempre.
También hago dibujitos tipo mariqueras en mi agenda. Tipo diario con candadito. Como todos saben. Y es increíble. Tardo qué? Diez, veinte minutos, haciendo un dibujo, una aguada libre, una cosa de esas. Sencillita y despreocupada, escuchando música. Y me dicen “qué bonito” o qué no sé qué cosa. En cambio, me pierdo por tres o cuatro o cinco horas buscando la perfección del texto de una página… y nadie me dice nada. Es así. Así es. (A quién coño en este mundo se le ocurriría que “así es, es así” encierra una referencia literaria, y otra alusión muy personal, a Kurt Vonnegut??? No joda!!!) Solo quiero demostrar que me escribo, y que muy sinceramente, desde el fondo del alma, me importa un coño y me sabe a mierda. Todo excepto. Que si algún día llego a necesitar reverme me pueda encontrar. Me puedo arrepentir de haber vivido, como no, ya lo sé. Y de todos los errores, mis crímenes, mis amores. Sí. Pero debo poder encontrarme, reencontrarme, porque será mi última oportunidad de reconciliación y apaciguamiento. Te equivocaste, te pelaste, todo lo hiciste mal. Así, mira, aquí está. Por ponerte un ejemplo. Como un pollito que va caminando y suelta su hilo de Ariadna: su cagada. Por supuesto que todo lo hice y continuaré haciendo mal. Soy él que lo hice mal. Aquí y allá y por todas partes, mira, aquí está. Voy a guardar mis pisadas, mis cagadas, en un álbum precioso, de cuero? O lo dejo ir? Perdí libros completos, Moleskines repletos de dibujos. Solo los dejé ir. Porque nada sobrevive. Dibujo por encargo. Y qué? Me acuerdo de Apeles y me digo que nada sobrevive. No queda nada. Sino que se hace, y no queda nada.
QED. Lo cual queda demostrado, amigo Raúl. Amigos igual. No tiene nada de malo escribir sobre Nueva Zelanda. Hay tanta gente que necesita escuchar de primera mano lo que es Nueva Zelanda. Es un bellísimo país en muchos sentidos. Está bien. Lo único malo es aprovecharse de las cosas de otros, de las cosas que ni siquiera sabes en qué sentido le pertenecen a otros. No reclamo derechos de autor, propiedades, primicias, primacías, copyrights estúpidos. Nada de eso. Verás. Una vez había este señor francés que encontraba cosas en la calle y las firmaba. Firmaba toda verga, ruedas de bicicleta, urinarios, cómo diciendo “firmo un pedazo de mi vida o algo”. Firma: Marcel Duchamp. ¿Cómo se te ocurre, Raúl, borrarle la firma? ¿Cómo se te ocurre, marico de un coño, hijo mío, apropiarte de su vida? Ok. Sé que ya está bueno. Ya te pegué mucho. Terminaste siendo mi víctima, y hasta te pido perdón.
Pero con Raúl o sin Raúl, apenas un pretexto, me parece que las Crónicas de Nueva Zelanda se acabaron. Gran guevonada. A nadie nunca le importaron. Ni siquiera a mí. Excepto en esas cuatro o cinco horas en las que me dedico, con concentración absoluta, a la redacción de una estúpida página.
Marcel Duchamp un día decidió que la pintura se había acabado para él, y se fue a jugar ajedrez en Argentina. Me lo imagino un viejito, absolutamente desconocido y anónimo, acurrucado en un banquito de la Plaza de Mayo. Se imaginaba que su obra perduraría? Jamás. Le importaba? Menos. Hay otros que lo abandonan todo y se van a vender armas en la Abisinia. Qué coño c’est la vie nadie lo sabe. Pero mínimamente sé quién soy. No joda. Muy muy lejos de ser el precoz Rimbaud o el viejo Baudelaire.
Así que vale la pena? Si hemos de estar condenados a reproducir la mediocridad, cuál será la mejor forma de hacerlo? Viviendo, me imagino, no sé.
Ya no me acuerdo cómo empezó la primera crónica de nueva zelanda. Ni lo voy a verificar. Pero de seguro que nunca me imaginé carear a Raúl con Duchamp.
E. Zola mandó a grabar unas letras en bronce que colocó por encima del marco de la puerta de su estudio. Nulle die sine linea. Ningún día sin una línea, o algo parecido. Durante añales creí que esta frase se debía a Plinio, El Viejo. Pero no. Plinio estaba citando a Apeles, el pintor griego del que algo se sabe, pero nada quedó. El que se propuso no pasar un día de su vida sin trazar una línea. Precisamente de él, nada quedó. Sino esta frase. Con una especie de meta significado. De meta de meta. Irónico y absurdo.
Todo tiene un principio y un fin. Parece que los cosmólogos no lo han entendido. La primera crónica. Surgida de la nada. Y la última. Que no tiene ya nada que demostrar, que no busca adjetivación. Ritmo. Fácil o no. Implosión.
Voy a dejar de garabetear estupideces? Probablemente no. Ya se me hizo un hábito. No es que no quiera. Creo que no puedo. Dibujaré, qué sé yo…Pero hacerlo por aquí, malgastando mi vida, poniéndola a dialogar con raúles… Pues. No vale la pena. No fue una absoluta pérdida de tiempo. Es más, creo que aprendí a escribir mejor, mucho mejor. En muchos aspectos técnicos y en algunos sentidos fundamentales. Pero qué pensaría la gente si les dijera que he aprendido a masturbarme mejor? Que me volví un artista del hambre, un artista del trapecio, un artista de la paja? No. Verdad? Borrar, delete, borrar.
Beso grande, mis gatas, mis gatos. Adiós.
Así que bueno, estoy harto. Se acabó. Debo admitir que me cansé. El problema no es Raúl. Es que me parece que la cosa ya no va por aquí.
Mirado en retrospectiva, mi blog hubiera debido llamarse “Crónicas desde Nueva Zelanda.” Porque nunca se me ocurrió atraer un mercado. ¿Hablar de Nueva Zelanda? Nunca se me pasó por la cabeza. Para mí, estos textos espontáneos son, y siempre fueron, un ejercicio de calistenia literaria, como el músico que dedica una hora a practicar escalas, antes de salir de la casa camino a los ensayos de orquestra. Saliendo a caminar a las seis de la mañana, antes de salir trotando hacia el trabajo.
Disfruté un puyero escribiendo mis croniquitas. No me enrollé (mucho) con peos de estructura (palabra horrenda). Pero aún así, sin magnificarlas, mis escrituritas intentaron ser buenas. Bien hechas. Y escribir bien, para mí, en una bitácora, significa transmitir algo personal, con sinceridad y humildad, sobretodo, por encima de todo, respetando la sensibilidad e inteligencia de mi interlocutor. Los tres gatos vip. No me interesa, para nada, q los demás me lean o no, m entiendan o no, si tengo muchas visitas al site, o no. Los números me saben a mierda porque, a dios gracias, no saco ningún provecho material de esto, sea directo o indirecto, sino que vivo de mi pulpería, mi abastos. Alt ctrl del.
A nadie le gustaría ser confundido con Raúles Cualquieras. Debería cambiarle el nombre a mi blog, empezar de cero, otra vez? No joda! Qué nombre le daría? ¿”Intimidades del destierro”? Una cosa facilona así? Arrgh. A lo mejor debiera postear entradas para la gente buena que busca un país mejor. The Kiwi stuff. The real thing. Y después me haría un pause viviendo de los rendimientos de Google Ads. Uhmm. No creo.
Pasados tres o cuatro o cinco años (no sé sacar fechas ni lo quiero aprender) de botellas tiradas al Pacífico, se me ocurre hacer una antología y enviársela a una editora. Para obtener la respuesta q le dan a mis libros de cuentos y novelas: N/A, como dicen las casillitas de Excel. No answer, not available, no sabe o no responde. No hago esto para ser leído sino para hacerme escrito coño. De verdad verdad, créanme o no, nunca me importaron las estadísticas de visita sino mis palabrejas personales. Las que me salen con naturalidad legible, las que algún día, si llego a quererlo (lo dudo) me retrazarán. Palabras como pisadas, como aplastadas, deformadas, escoñetadas. Al fin y al cabo ilegibles. Siempre.
También hago dibujitos tipo mariqueras en mi agenda. Tipo diario con candadito. Como todos saben. Y es increíble. Tardo qué? Diez, veinte minutos, haciendo un dibujo, una aguada libre, una cosa de esas. Sencillita y despreocupada, escuchando música. Y me dicen “qué bonito” o qué no sé qué cosa. En cambio, me pierdo por tres o cuatro o cinco horas buscando la perfección del texto de una página… y nadie me dice nada. Es así. Así es. (A quién coño en este mundo se le ocurriría que “así es, es así” encierra una referencia literaria, y otra alusión muy personal, a Kurt Vonnegut??? No joda!!!) Solo quiero demostrar que me escribo, y que muy sinceramente, desde el fondo del alma, me importa un coño y me sabe a mierda. Todo excepto. Que si algún día llego a necesitar reverme me pueda encontrar. Me puedo arrepentir de haber vivido, como no, ya lo sé. Y de todos los errores, mis crímenes, mis amores. Sí. Pero debo poder encontrarme, reencontrarme, porque será mi última oportunidad de reconciliación y apaciguamiento. Te equivocaste, te pelaste, todo lo hiciste mal. Así, mira, aquí está. Por ponerte un ejemplo. Como un pollito que va caminando y suelta su hilo de Ariadna: su cagada. Por supuesto que todo lo hice y continuaré haciendo mal. Soy él que lo hice mal. Aquí y allá y por todas partes, mira, aquí está. Voy a guardar mis pisadas, mis cagadas, en un álbum precioso, de cuero? O lo dejo ir? Perdí libros completos, Moleskines repletos de dibujos. Solo los dejé ir. Porque nada sobrevive. Dibujo por encargo. Y qué? Me acuerdo de Apeles y me digo que nada sobrevive. No queda nada. Sino que se hace, y no queda nada.
QED. Lo cual queda demostrado, amigo Raúl. Amigos igual. No tiene nada de malo escribir sobre Nueva Zelanda. Hay tanta gente que necesita escuchar de primera mano lo que es Nueva Zelanda. Es un bellísimo país en muchos sentidos. Está bien. Lo único malo es aprovecharse de las cosas de otros, de las cosas que ni siquiera sabes en qué sentido le pertenecen a otros. No reclamo derechos de autor, propiedades, primicias, primacías, copyrights estúpidos. Nada de eso. Verás. Una vez había este señor francés que encontraba cosas en la calle y las firmaba. Firmaba toda verga, ruedas de bicicleta, urinarios, cómo diciendo “firmo un pedazo de mi vida o algo”. Firma: Marcel Duchamp. ¿Cómo se te ocurre, Raúl, borrarle la firma? ¿Cómo se te ocurre, marico de un coño, hijo mío, apropiarte de su vida? Ok. Sé que ya está bueno. Ya te pegué mucho. Terminaste siendo mi víctima, y hasta te pido perdón.
Pero con Raúl o sin Raúl, apenas un pretexto, me parece que las Crónicas de Nueva Zelanda se acabaron. Gran guevonada. A nadie nunca le importaron. Ni siquiera a mí. Excepto en esas cuatro o cinco horas en las que me dedico, con concentración absoluta, a la redacción de una estúpida página.
Marcel Duchamp un día decidió que la pintura se había acabado para él, y se fue a jugar ajedrez en Argentina. Me lo imagino un viejito, absolutamente desconocido y anónimo, acurrucado en un banquito de la Plaza de Mayo. Se imaginaba que su obra perduraría? Jamás. Le importaba? Menos. Hay otros que lo abandonan todo y se van a vender armas en la Abisinia. Qué coño c’est la vie nadie lo sabe. Pero mínimamente sé quién soy. No joda. Muy muy lejos de ser el precoz Rimbaud o el viejo Baudelaire.
Así que vale la pena? Si hemos de estar condenados a reproducir la mediocridad, cuál será la mejor forma de hacerlo? Viviendo, me imagino, no sé.
Ya no me acuerdo cómo empezó la primera crónica de nueva zelanda. Ni lo voy a verificar. Pero de seguro que nunca me imaginé carear a Raúl con Duchamp.
E. Zola mandó a grabar unas letras en bronce que colocó por encima del marco de la puerta de su estudio. Nulle die sine linea. Ningún día sin una línea, o algo parecido. Durante añales creí que esta frase se debía a Plinio, El Viejo. Pero no. Plinio estaba citando a Apeles, el pintor griego del que algo se sabe, pero nada quedó. El que se propuso no pasar un día de su vida sin trazar una línea. Precisamente de él, nada quedó. Sino esta frase. Con una especie de meta significado. De meta de meta. Irónico y absurdo.
Todo tiene un principio y un fin. Parece que los cosmólogos no lo han entendido. La primera crónica. Surgida de la nada. Y la última. Que no tiene ya nada que demostrar, que no busca adjetivación. Ritmo. Fácil o no. Implosión.
Voy a dejar de garabetear estupideces? Probablemente no. Ya se me hizo un hábito. No es que no quiera. Creo que no puedo. Dibujaré, qué sé yo…Pero hacerlo por aquí, malgastando mi vida, poniéndola a dialogar con raúles… Pues. No vale la pena. No fue una absoluta pérdida de tiempo. Es más, creo que aprendí a escribir mejor, mucho mejor. En muchos aspectos técnicos y en algunos sentidos fundamentales. Pero qué pensaría la gente si les dijera que he aprendido a masturbarme mejor? Que me volví un artista del hambre, un artista del trapecio, un artista de la paja? No. Verdad? Borrar, delete, borrar.
Beso grande, mis gatas, mis gatos. Adiós.
viernes, 25 de enero de 2013
Coño coño coño
Ayer. M encuentro a Verónica, de Recursos Humanos. RRHH, les encanta escribirlo así, en el pasillo del segundo piso. Estamos a 22 de Enero. ¡22! Pero ella se me abalanza encima deseándome feliz año. Una fracción de segundo, no da para pensar. Por increíble q parezca soy yo el q se mantiene rígido, aplomado, pelín distante. Soy más alto que ella. Me abraza pues, con naturalidad, con ternura. Con no sé qué más. De verdad no me lo espero. No me lo espero.
Pero a última hora, intentando corresponder a la inesperada efusividad, en esta corta fracción de segundo, lo intento. Casi por respeto, por no mostrarme estúpidamnt frío o algo. En este nanosegundo la abrazo. Le coloco los brazos por detrás de la espalda y la aprieto con suavidad.
Tengo perfecta consciencia d q ella m estruja más a mí q yo a ella. Feliz año. Votos para todo un año en un nanosegundo. En esto siguen los nanosegundos. M toca ahora corresponder. Xq soy el Sr. Javier y la guevonada a la q debo acostumbrarme. Aparentando naturalidad. La separo de mí, la tomo por los hombros y le pregunto, con esta sonrisota de jefe, un deber q m corresponde, cómo va la conciliación de nómina. Digo. ¿? Y ella empieza a hablar. Cosas. Solo le veo los labios. Estos labios q s mueven y n sé q dicen. Y esta sensación q disimulo pero q permanece en mis brazos y manos.
Entiendo q m habla xq sus labios s mueven. Pero mi atención está concentrada en otra cosa. En ese abrazo. Y en el recuerdo nanosecúndico q dejó en mis manos, en mis brazos, como dije. Y en mi pecho. Acabo de sentir la textura de su blusa a rayas. Del alza de su sostén. Del surco, del vínculo que le marca el sostén en la espalda. Es decir, de la textura de su carne y de su cuerpo. Pero sobretodo, sobretodo el calor de sus pechos contra mi pecho. Lo puedo jurar. Fue la milésima del nanosegundo ese, pero lo sentí. Sus pezones. La absoluta ternura. La tibieza de los pechos tibios de una mujer contra mi pecho. Unos pezones. La posibilidad, perfctmnt insinuada de unas grandes rosas con un botón. Y una vaina.
Pero mientras tanto Verónica está hablando. Yo no escucho nada, por supuesto. Jamás me había fijado en sus pechos, en esas increíblemente tibias y dulces tetas. Q tampoco ahora puedo ver, atrever a mirar. Ella me está hablando de la conciliación de nómina, un tema importante, por favor. A menos de un metro no puedo bajar la mirada para comerme sus tetas, las cositas estas que me acariciaron, coño, sería el colmo del descaro. Y no se trata de descaro o no. Son vainas q no van conmigo, q no quiero, n puedo no debo permitir y n lo hago. Punto. Pero ella no deja de mover los labios, y el recuerdo tan lejano de este circunstancial abrazo tan anodino y tan cercano. Y la vaina. Hablando de labios. Me estoy medio pasando, creo. Pero jamás m imaginé que Verónica tenía un cuerpo. Este cuerpo q se me está volviendo tan tan. Y bueno.
Uno aprende a conocer su propio cuerpo tamb. Y esto es una verdadera erección. No es la cosa normal, la de cuando ves a Maridemarquetin meneándose el culote mientras sube las escaleras del estacionamiento de visitantes. Es otra cosa. No es que se te para. Es que se te pone hinchado o algo. Los labios nómicos de Verónica te hablan cada vez más dulces y. No sé, o sé. En cualquier momento esta erección se me notará. Debo dar la conversación por terminada. Dios. Verónica es tan dulce. Jamás me imaginé que estaba tan durita y tan podrida de buena antes del feliz 2013. Estoy cien coma cero cero por ciento seguro que no lo hizo adrede, por coquetear. Es solo una niña de la conciliación nómica insoslayable, con sus pezones y su triangulito que me imagino. Una niña. Y yo bueno. No necesito que me lo cuenten. Sé mejor que nadie que todavía estoy duro y que tengo esta fama. La de ser medio inescrutable o irascible. Buen jefe pero estresado o algo. ¿Desde cuándo uno no sabe quién es? Porque digo cosas como éstas. “Ok. Está muy bien, Verónica, pero enseña resultados, chica. Hablamos la semana que viene. El lunes. El lunes no, el martes. Convoca a la gente. En la sala de reuniones de Controlaría.”
Coño coño coño de la madre. Esta niña preciosa me está pidiendo el reconocimiento justo de su trabajo y yo no le puedo acariciar la espalda. La debo jalar hacia arriba. Tan inocente Dios. Tan niña. Tan inconsciente de que la pudiera chupar chupar chupar. Martes. Sala de Contraloría. Dios dios dios. Aquí pues. Invocando en vano. VANO VANO VANO. Esto se escuchó en los tres pisos. Pero todo el mundo sabe que ando siempre medio estresado, medio loco loco loco.
Pero a última hora, intentando corresponder a la inesperada efusividad, en esta corta fracción de segundo, lo intento. Casi por respeto, por no mostrarme estúpidamnt frío o algo. En este nanosegundo la abrazo. Le coloco los brazos por detrás de la espalda y la aprieto con suavidad.
Tengo perfecta consciencia d q ella m estruja más a mí q yo a ella. Feliz año. Votos para todo un año en un nanosegundo. En esto siguen los nanosegundos. M toca ahora corresponder. Xq soy el Sr. Javier y la guevonada a la q debo acostumbrarme. Aparentando naturalidad. La separo de mí, la tomo por los hombros y le pregunto, con esta sonrisota de jefe, un deber q m corresponde, cómo va la conciliación de nómina. Digo. ¿? Y ella empieza a hablar. Cosas. Solo le veo los labios. Estos labios q s mueven y n sé q dicen. Y esta sensación q disimulo pero q permanece en mis brazos y manos.
Entiendo q m habla xq sus labios s mueven. Pero mi atención está concentrada en otra cosa. En ese abrazo. Y en el recuerdo nanosecúndico q dejó en mis manos, en mis brazos, como dije. Y en mi pecho. Acabo de sentir la textura de su blusa a rayas. Del alza de su sostén. Del surco, del vínculo que le marca el sostén en la espalda. Es decir, de la textura de su carne y de su cuerpo. Pero sobretodo, sobretodo el calor de sus pechos contra mi pecho. Lo puedo jurar. Fue la milésima del nanosegundo ese, pero lo sentí. Sus pezones. La absoluta ternura. La tibieza de los pechos tibios de una mujer contra mi pecho. Unos pezones. La posibilidad, perfctmnt insinuada de unas grandes rosas con un botón. Y una vaina.
Pero mientras tanto Verónica está hablando. Yo no escucho nada, por supuesto. Jamás me había fijado en sus pechos, en esas increíblemente tibias y dulces tetas. Q tampoco ahora puedo ver, atrever a mirar. Ella me está hablando de la conciliación de nómina, un tema importante, por favor. A menos de un metro no puedo bajar la mirada para comerme sus tetas, las cositas estas que me acariciaron, coño, sería el colmo del descaro. Y no se trata de descaro o no. Son vainas q no van conmigo, q no quiero, n puedo no debo permitir y n lo hago. Punto. Pero ella no deja de mover los labios, y el recuerdo tan lejano de este circunstancial abrazo tan anodino y tan cercano. Y la vaina. Hablando de labios. Me estoy medio pasando, creo. Pero jamás m imaginé que Verónica tenía un cuerpo. Este cuerpo q se me está volviendo tan tan. Y bueno.
Uno aprende a conocer su propio cuerpo tamb. Y esto es una verdadera erección. No es la cosa normal, la de cuando ves a Maridemarquetin meneándose el culote mientras sube las escaleras del estacionamiento de visitantes. Es otra cosa. No es que se te para. Es que se te pone hinchado o algo. Los labios nómicos de Verónica te hablan cada vez más dulces y. No sé, o sé. En cualquier momento esta erección se me notará. Debo dar la conversación por terminada. Dios. Verónica es tan dulce. Jamás me imaginé que estaba tan durita y tan podrida de buena antes del feliz 2013. Estoy cien coma cero cero por ciento seguro que no lo hizo adrede, por coquetear. Es solo una niña de la conciliación nómica insoslayable, con sus pezones y su triangulito que me imagino. Una niña. Y yo bueno. No necesito que me lo cuenten. Sé mejor que nadie que todavía estoy duro y que tengo esta fama. La de ser medio inescrutable o irascible. Buen jefe pero estresado o algo. ¿Desde cuándo uno no sabe quién es? Porque digo cosas como éstas. “Ok. Está muy bien, Verónica, pero enseña resultados, chica. Hablamos la semana que viene. El lunes. El lunes no, el martes. Convoca a la gente. En la sala de reuniones de Controlaría.”
Coño coño coño de la madre. Esta niña preciosa me está pidiendo el reconocimiento justo de su trabajo y yo no le puedo acariciar la espalda. La debo jalar hacia arriba. Tan inocente Dios. Tan niña. Tan inconsciente de que la pudiera chupar chupar chupar. Martes. Sala de Contraloría. Dios dios dios. Aquí pues. Invocando en vano. VANO VANO VANO. Esto se escuchó en los tres pisos. Pero todo el mundo sabe que ando siempre medio estresado, medio loco loco loco.
domingo, 20 de enero de 2013
martes, 15 de enero de 2013
Para Susana Torga Perry
Si esto hubiera sucedido un día antes o después
Una hora, un minuto, un segundo antes o después
No aquí, pero allí, más allá
Hubiera sido, con toda seguridad, una cosa diferente.
Ahora bien. Señoras y señores. Dos puntos. Y esto no lo digo por decirlo
Es de verdad verdad coño. Escúchenme. Lo descubrí un verano en que asistía de oyente a unas clases en Berkley mientras repartía deliverías en Oakland. Estoy dando todas las señas para que me crean que es verdad porque fue verdad.
Fue así. Descubrí que sucede siempre así en la realidad. Casualidades.
Lo que sucede es esto: Las cosas se dan siempre más o menos fuera de sí mismas
Antes o después de su momento oportuno
Fuera, de lado, atrás o a través
De su lugar… como llamarlo?
¿Exacto? ¿Previsto? ¿Normal? ¿Adjudicado? ¿Por quién?
Las rutas del delivery se complicaron. Qué jode. Me perdía con facilidad.
Hasta que lo descubrí.
Que las cosas, específicamente generales, es decir, todas, no son el corolario
Sino la aproximación, la copia, la réplica apócrifa de sí mismas.
Esto no tiene un coño de original
Pero de esta forma lo descubrí yo, entregando pizzas
Que a mi vida le faltó poco y la convertí en un baile de máscaras
Grotescas, mujeres desfaldadas caminando con las manos en el piso y las piernas en el aire
Silbando con los labios vaginales (una imagen horrible, por lo menos para mí)
Monstruos de bocas barbudas y brazos deformes alzados en plegarias raras
Hablandum latinum veritas rarum guevonadas
burlándose de la solemnidad de Platón.
Yo no me burlo de Platón. Jamás lo haría. Debo pasarlo, eso es todo.
Todo fuera de su lugar, todo patas arriba
Y ese tono de terror e imperfección por todas partes
Un tono que ya se volvió tan generalizadamente ente ente presente
Que empañó lo bello, lo justo, lo bueno, lo cierto
Todos con sus lugares cambiados y el resultado es éste.
Lo digo por mí, por lo que he aprendido, por lo que aprendí.
Que las bellezas, y también las imperfecciones
Que no he buscado, sino que me llegan como huesos a perros
Que comen lo que bueno, lo que hay
Las bellezas e imperfecciones provenientes de la mano del hombre o del mundo
Pero también sus cosas feas, sus inconcreciones
incluyendo el vacío
que distorsiona y contiene toda eventualidad
y que ahora mismo se está interponiendo entre lo que yo quiero decir
y lo que tú piensas entender o simplemente escuchar (y aquí es cómo si cerrara paréntesis)
no son, NO SON
nos demuestran que no son
que no era nada de esto lo que intentaba argumentar
y que ni siquiera es el rigor o la voluntad (antes todo lo contrario)
la que interfiere en esta historia
de peos, desentendidos, desmentidos, falsos… cosas, falsas partidas
reflejos de sombras y desvíos varios desvaríos.
No son
No es nada de esto. No es nada.
Ahora, más increíble, súper más jalado de los pelos, más improbable, o aún más ininteligible que estos poemas locos, es lo que está empezando a suceder en la realidad real. Yo estoy escribiendo un libro que Susana llama “Cosas”. Yo escribo y ella me manda un correo diciendo “aquí sobra la explicación”, “allá pierde fuerza”. El tipo de observaciones que haría un director de orquestra. Un tipo de esos no se dedica a enseñar a tocar, no? Lo bonito y raro de la cosa es que Susana y yo no nos conocemos. Nos encontramos en Facebook. Sé que tiene un bebé, que viaja frecuentemente a España. Creo que importa réplicas de mobiliario clásico de China y lo vende en España y Portugal. Es algo así y tampoco quiero saber mucho más. No tenemos ningún pacto ni trato. A veces se desaparece durante meses. Y, quién sabe si haremos éste libro juntos. Podría ser, cómo los músicos que se dedican a interpretar una pieza que no es tuya, tampoco es mía, no es de nadie. No sé. Uno se imagina cosas.Puede que sí, puede que no. Esta amiga virtual, esta mutancia de coautora rara, o no sé qué, se llama Susana Torga Perry. Su nombre es lo muy poco qué sé de ella. No me crean pues. Está bien. Búsquenla en Facebook.
Una hora, un minuto, un segundo antes o después
No aquí, pero allí, más allá
Hubiera sido, con toda seguridad, una cosa diferente.
Ahora bien. Señoras y señores. Dos puntos. Y esto no lo digo por decirlo
Es de verdad verdad coño. Escúchenme. Lo descubrí un verano en que asistía de oyente a unas clases en Berkley mientras repartía deliverías en Oakland. Estoy dando todas las señas para que me crean que es verdad porque fue verdad.
Fue así. Descubrí que sucede siempre así en la realidad. Casualidades.
Lo que sucede es esto: Las cosas se dan siempre más o menos fuera de sí mismas
Antes o después de su momento oportuno
Fuera, de lado, atrás o a través
De su lugar… como llamarlo?
¿Exacto? ¿Previsto? ¿Normal? ¿Adjudicado? ¿Por quién?
Las rutas del delivery se complicaron. Qué jode. Me perdía con facilidad.
Hasta que lo descubrí.
Que las cosas, específicamente generales, es decir, todas, no son el corolario
Sino la aproximación, la copia, la réplica apócrifa de sí mismas.
Esto no tiene un coño de original
Pero de esta forma lo descubrí yo, entregando pizzas
Que a mi vida le faltó poco y la convertí en un baile de máscaras
Grotescas, mujeres desfaldadas caminando con las manos en el piso y las piernas en el aire
Silbando con los labios vaginales (una imagen horrible, por lo menos para mí)
Monstruos de bocas barbudas y brazos deformes alzados en plegarias raras
Hablandum latinum veritas rarum guevonadas
burlándose de la solemnidad de Platón.
Yo no me burlo de Platón. Jamás lo haría. Debo pasarlo, eso es todo.
Todo fuera de su lugar, todo patas arriba
Y ese tono de terror e imperfección por todas partes
Un tono que ya se volvió tan generalizadamente ente ente presente
Que empañó lo bello, lo justo, lo bueno, lo cierto
Todos con sus lugares cambiados y el resultado es éste.
Lo digo por mí, por lo que he aprendido, por lo que aprendí.
Que las bellezas, y también las imperfecciones
Que no he buscado, sino que me llegan como huesos a perros
Que comen lo que bueno, lo que hay
Las bellezas e imperfecciones provenientes de la mano del hombre o del mundo
Pero también sus cosas feas, sus inconcreciones
incluyendo el vacío
que distorsiona y contiene toda eventualidad
y que ahora mismo se está interponiendo entre lo que yo quiero decir
y lo que tú piensas entender o simplemente escuchar (y aquí es cómo si cerrara paréntesis)
no son, NO SON
nos demuestran que no son
que no era nada de esto lo que intentaba argumentar
y que ni siquiera es el rigor o la voluntad (antes todo lo contrario)
la que interfiere en esta historia
de peos, desentendidos, desmentidos, falsos… cosas, falsas partidas
reflejos de sombras y desvíos varios desvaríos.
No son
No es nada de esto. No es nada.
Ahora, más increíble, súper más jalado de los pelos, más improbable, o aún más ininteligible que estos poemas locos, es lo que está empezando a suceder en la realidad real. Yo estoy escribiendo un libro que Susana llama “Cosas”. Yo escribo y ella me manda un correo diciendo “aquí sobra la explicación”, “allá pierde fuerza”. El tipo de observaciones que haría un director de orquestra. Un tipo de esos no se dedica a enseñar a tocar, no? Lo bonito y raro de la cosa es que Susana y yo no nos conocemos. Nos encontramos en Facebook. Sé que tiene un bebé, que viaja frecuentemente a España. Creo que importa réplicas de mobiliario clásico de China y lo vende en España y Portugal. Es algo así y tampoco quiero saber mucho más. No tenemos ningún pacto ni trato. A veces se desaparece durante meses. Y, quién sabe si haremos éste libro juntos. Podría ser, cómo los músicos que se dedican a interpretar una pieza que no es tuya, tampoco es mía, no es de nadie. No sé. Uno se imagina cosas.Puede que sí, puede que no. Esta amiga virtual, esta mutancia de coautora rara, o no sé qué, se llama Susana Torga Perry. Su nombre es lo muy poco qué sé de ella. No me crean pues. Está bien. Búsquenla en Facebook.
sábado, 12 de enero de 2013
Lamiendo pinceles
Sí eres mujer o mariquito te vuelves loco en estas tiendas. Tocar el grano, sentir la textura de un papel, pesar un bolígrafo… la pura mariquera. Tenía como seis o siete años que no entraba a la tienda. Verga qué pasó aquí. No había un coño. Nada de nada. Resmas y resmas de papel y más nada. Pero aún así pregunté. Ustedes antes tenían cartuchos Waterman, panelitas Winsor & Newton, marcadores Rotring, pinceles Da Vinci… para quién le gusta esto son cosas normales coño… No estoy preguntando por la Namiki que nadie conoce. “¿Qué? ¿Cómo? ¿Perdón?” dijo la niña. Ella nació en esta Venezuela y solo conoce este mundo.
Es una muchacha inocente, pura, bellísima. Trigueñita. Mientras examino detenidamente esta vitrina cerrada a llave. Es una especie de depósito. Aquí están los restos de la civilización. Lo que queda. Bolígrafos amontonados en una vitrina como en un bazar de Marruecos. Staedler por coñazo (debe ser que aún tienen representante en Vzla). Pelikan y eso. Básicamente lápices escolares de grafito. Que aún así deben guardarse bajo llave xq se roban toda mierda.
De repente veo este pincel y me digo no puede ser. Equivocación, no puede ser. Esto ya no existe. Y además no existe una sola persona que sepa apreciarlo. Los que pudieran hacerlo se fueron. Le pido a la niña que abra la vitrina y me enseñe el pincel. Ella me sonríe. Esa sonrisa tan bella se trae algo. ¿Complicidad? Y ahí estaba. En este país dónde no hay pollo ni jabón yo estaba encontrando un Kolinsky número diez!!! Jejeje. Ni siquiera el que compró esto sabe de lo que se trata. Esto es pelo de las martas rojas de Siberia, mano. Y solo hay una forma de saber si es genuino.
Un buen pincel debe tener dos propiedades. Primero, debe absorber la mayor cantidad posible de líquido. Y segundo, después de absorber esta cantidad loca de líquido, debe mantener la forma, la punta. Por eso deben ser hechos a mano. Por gente que sabe lo que está haciendo. Los pelos son colocados casi uno por uno antes de ser prensados. Cada uno con su largo diferente. Que un buen pincel suelte un pelo, por ejemplo, es sencillamente inconcebible. Por eso un pincel de esos puede costar cien dólares, una locura, una fortuna.
La niña me mira preguntándose de dónde salió este señor raro que se puso los lentes para mirar un pincel. Pero me espera con toda la paciencia del mundo. Qué niña tan bella chico. Lo habremos perdido todo pero subsisten cosas como éstas en Vzla. Encuentras en la calle el anhelo imposible de la belleza, de la perfección, el texto o el dibujo imposibles. Una cosa que no se puede tocar. Eso.
Le devuelvo la sonrisa y me pongo el pincel en la boca. Es la única forma de saber si un pincel es bueno o malo. No te puedes limitar a mojarlo. Tienes que empaparlo lo máximo que puedas. Masticarlo, casi. Y después corres la punta por los dedos, por los labios, las partes más sensibles de tu cuerpo al tacto.
Pero mientras empapo el pincel dentro de la boca, a la niña se le desvanece la sonrisa y retrocede un paso. Horror. Yo con mi pincel en la boca y ella intentando decirme qué no por favor o algo. Ya sé lo que está pensando. Que le estoy echando a perder la mercancía. Esto dura un buen minuto. Y lo del tacto, la sensibilidad de la boca… no niego que tiene un pelín de erótico. Aunque esta niña es demasiado bella para mí, y pudiera fácilmente ser mi hija. Cómo todas las niñas. Y lo que tiene en la mirada no es nada sensual. Es casi pánico. Tipo Dios mío, no señor, no lo haga!
Me saco el pincel de la boca y le digo “No te preocupes, chica, no hay problema”. Seguramente tus jefes saben cómo se prueba un pincel. Es así. Tranquila. Uno se lo lleva a la boca. Normal.
“Oh no, señor", me dice ella. "Yo sé. Lo que pasa es que ese mismo pincel lo lamieron como veinte personas antes de Ud!!!!!!”
Nos reímos los dos y le pregunto cuanto cuesta. A fin de cuentas quién lo compró sabía lo que estaba haciendo. Vergazón. ¡Casi los cien dólares!
Por supuesto que no lo compro. Cómo no lo hicieron los veinte clientes anteriores. Las 20 personas que buscan un buen Kolinsky y aún viven en Vzla. Esta especie de acróstico que me da vaina escribir por extenso. Vzla. Es verdad. Se jodió. Pero aún somos veinte. Comiendo cuento, buscando café, lamiendo pinceles.
Ccs 12-i-13
lunes, 7 de enero de 2013
Libros para 3 gatos vip
Todos los sanos y cuerdos se parecen. Normalillos. Cada loco, cada enfermo, lo es a su manera. Y esta es mi historia. Llámenme Ismael o cualquier cosa. Marino… sí, de cierta forma lo fui. He andado por los mares del sur, si a eso vamos. Enfermé de libros y salgo a la calle como un caballero, de camisa y corbata, a curar el mundo. Felizmente parezco normal porque, entre otras cosas, muy pocos me entienden. Trabajo en esta oficina, la número uno, le decimos, y por la noche vuelvo a mi casa, una casa tomada, aunque no sé por qué fantasmas o qué cosas. En frente queda este parquecito, al que bajo a pasear los fines de semana. Parezco una señorita que baja a pasear a su perro, jeje. Y me pierdo en los mil vericuetos de este parque. En sus mil recodos, senderos de laberintos infinitos que se bifurcan. No tengo mucho más que hacer. Ni quiero hacerlo. Me basta un libro. Soy un hombre sencillo, sin mayores atributos. Me enfrasco en mi libro y de repente levanto la vista y coño! me encuentro el Ávila, esta montaña mágica. Y si no tengo un libro lo escarbo en la memoria. Y así se me va el tiempo. Mi tiempo ganado buscando una vida imposible en un tiempo perdido. Puedo estar en cualquier parte. Mejor que estar en una tierra gastada, una tierra cansada, una tierra baldía, una tierra perdida. Puedo estar en Caracas, por ejemplo, y Caracas fue y será de por vida una fiesta. Siempre me puedo imaginar el Pico Humboldt como la cumbre nevada del Kilimanjaro. Quien quita. No me siento solo, en absoluto. Pertenezco a una hermandad de siglos y siglos. No tenemos señales raras, apretones de manos con toquecitos, un culto secreto. Nada de eso. Simplemente nos reconocemos por lo que decimos, y por lo que callamos. Cómo una mujer que calla y se hace más bella. Uds. me conocen, no me dejen mentir. Y mentiría si solo mencionara a Caracas. Debo mencionar a Lisboa. Mi vida es una historia de dos ciudades que transcurre en un apacible desasosiego. Es raro y un pelo difícil de explicar porque más que muchos lugares mi vida es como un solo castillo en un proceso de metamorfosis continua, una vaina rara. Muchas veces, ok, lo confieso, me siento una especie de escarabajo, insecto, bicho. Otras veces me manipulo la neuroquímica para hacer de mi y de mi circunstancias un yo y un mundo más feliz. Seré cándido revelando estas confesiones, pero bueno. Así es y es así. Me gustaría que la vida viniera con instrucciones, manual de empleo, aplíquese de esta manera. Infelizmente hay que descubrir sus paradisos, sus paraísos perdidos con sus flores del bien y del mal. Mala leche. La vida solo es perfecta en un libro, con un libro, por un libro. Con todas las proposiciones referentes a todos los libros que aún no hemos podido leer. Y en los cuales pretendemos encontrar, en la derivación alquímica de principios matemáticos rigurosamente calculados…tatán…: algo, la nomplusultra pendejada. Porque vivir nuestra vida apenas es una mierda, una etapa del calvario, una estación en el infierno. Debe haber algo y solo puede estar en un libro. Aunque todos los libros nos han dicho que no, que no, que no, olvídate. O no existe, o no fuiste llamado. Pero bueno. C’est la vie, mis panas. Somos sencillamente humanos, demasiado, demasiadamente humanos. Ilusos. Guevones. Quiénes somos para juzgar la vida si está para allá del bien y del mal. ¿? Nos tocará la guerra así como la paz y bueno. Palante. Sencillamente nos toca estar en el camino, en la carretera. Y avanzar siempre, para más allá del calor tórrido de los trópicos, del trópico de Cáncer y de Capricornio y no sé qué más. Qué más remas, temas y tópicos. Esto de la vida es jodido, y por eso me escapo, me escondo, me camuflo o cómo se dice, me refugio, me enquisto, me pierdo y me encuentro en un libro. Mis meditaciones se remontan a los emperadores itinerantes y a lo mejor me siento menos solo. Ni yo mismo lo sé. Me pierdo, es cierto. Y en momentos así me refiero a diálogos clásicos, a la intimidad de una conversación bien remota, a la cual asistí, sobre la inmortalidad del alma y la guevonada y me digo que está bien. Puede que no tenga a nadie que me escriba y eso está bien. Puede que me pegue el amor como el cólera, y también está bien. Si vivir es esto, el batallar este sin tregua, la guerra esta del fin del mundo e un coño, está bien. Solo quiero reconocerme. Y si no puede ser en mis vivos, que sea en los muertos de mis libros. Sé que soy y no soy cualquier verga y por eso existo. Hablo con calaveras y osamentas y vainas góticas de Batman. ¡Y me parece bien! Sé que estoy enfermo. Eso seguro. Pero hasta qué punto será normal no lo sé. Y tampoco importa. Porque se trata de textos y libros y pendejadas.
PD: Escribo para cinco o seis personas, 3 gatos vip. Una de ellas es Matilde Parra. A quién dedico este humilde “post” que me salió del alma. Cómo se trata de libros, “Matilde” me evoca a “Paseo” de José Donoso, un autor que admiro profundamnt. No me lean a mí, lean a Donoso. Buen regreso a Puebla, mi guey!
PD: Escribo para cinco o seis personas, 3 gatos vip. Una de ellas es Matilde Parra. A quién dedico este humilde “post” que me salió del alma. Cómo se trata de libros, “Matilde” me evoca a “Paseo” de José Donoso, un autor que admiro profundamnt. No me lean a mí, lean a Donoso. Buen regreso a Puebla, mi guey!
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