sábado, 9 de mayo de 2009

Frío



Las descripciones se acabaron hace siglos. Hoy día no hay forma de sentarse a describir un rostro o un lugar sin sucumbir a la impotencia y, lo más triste, caer en el ridículo. Flaubert podía darse al lujo de empezar una novela dedicando todo el primer capítulo a los campos y colinitas y vaquitas de Rouen, disponiendo primorosamente el escenario como un pesebre, aprestándolo todo para los tira y aflojas narrativos, aquellas tensiones dramáticas tan arrechas. En los días que corren, si a un escritorzuelo de tercera como yo se le ocurriera presentarse con una guevonada de esas ante un editor, correría grave riesgo de que le tiraran el mamotreto de una por la cabeza, ovejitas y camellos de los tres reyes magos incluídos.

El lector joven-adulto/adulto-joven contemporáneo reclama verbos, exige acción. Si por alguna peregrina razón quisiera saber cómo es Rouen, cosa que no hace la más mínima falta dígase de paso, se mete en interné y se conecta a una de esas cámaras web que transmiten en vividirecto, por ejemplo. Y si se pone a buscar con un poquito más de calma, no solo encontrará una webcam colgando del campanario de la catedral de Rouen, sino que, con suerte, hasta se encuentra un video porno chat transmitiendo via micro ondas de la recámara misma donde “fornicaba” Madame Bovary.

Bueno. La cosa es que las descripciones todavía son importantes y hacen falta. Pero uno no encuentra cómo hacerlas de una forma que sea convincente sin caer en el ridículo. Cada vez que me meto a messenger, el diálogo va más o menos así.

--¿Qué hay?
--Nada nuevo jao el sol
--??
--bajo el sol
--ah
--y por ahi?
--frio
--mucho?
--nojoda bastante!!
--que estas haciendo?
--pasando frío
--tanto asi?
--insoportable
--ok, llevo la niña al colegio, nos vemos
--chau

Después aparece otro amigo y la conversación envereda más o menos por lo mismo. Les digo que hace frío. Claro que ellos me quieren hablar de otra cosa, preguntar eso de cómo es la vida en Nueva Zelandia, pero yo estoy tan aterido y mocoso, con los dedos tan agarrotados sobre el teclado, que no me sale más nada. Y ellos dale que dale con el señor de los anillos, las pulseras, lo que los parió. (Me refiero a los señores).

Nada de eso, mi pana. Cero gnomos por aquí, eso es todo embuste. Esto es el Polo Sur, mano. Aquí en la playa en frente pasan icebergs del tamaño de cruceros de cinco pisos. Frío hereje. ¿Cuánto? preguntan ellos. No sé, como menos diez. Pero la cuestión no es el “cuánto” sino el “cómo”, la experiencia, la cosa escalofriante gnoseológicamente en sí. Y es ahí donde no encuentro la forma de explicarlo porque tendría que describirlo. Imaginemos que les dijera, a medio del chat, que éste es un frío “vidriado e hiriente”!

--cómo?
--pues, un frío cristalino y punzante..
--jeje
--que dilacera la piel y cala en los huesos
--jeje, muy bueno, sigue q voy a atender el telf ya vengo

Y yo aprovecho para fumar un cigarrillo y mear en el interregno. El cigarrillo me lo fumo allá afuera, en la terraza, pues, a la intemperie austral. Porque soy un fumador consciente y correcto (y porque está claramente estipulado en el contrato de alquiler que si alguien barra alguna vez, coma, por alguna circunstancia, llega a fumarse un pitillito dentro de la casa, perdemos los tres meses de depósito y el derecho de arrendamiento). Me aprieto las piernitas, pues, y fumo mi cigarrito convulsionando con aquellos espasmos de drogadicto. Y después salgo corriendo a millón para el baño porque el frío te contrae mucho la vejiga, debe ser.

A mucho costo, y después de levantar cinco capas de camisolones, encuentro el cierre del pantalón. Como no tengo la más mínima sensibilidad al tacto, todo lo tengo que hacer por inspección visual, como un chamo de cuatro años que se dobla sobre sí mismo y termina meándose en la nariz. Nada. Me doblo, bajo el cierre a mucho costo, meto la mano, busco por aquí nada, por allá no está, por todas partes, dónde coño se me habrá metido? No es fácil, porque cada vez que lo toco se repliega como la antena de un caracolito tímido. Me doblo más. Intento localizarlo allá en la cueva pero el coño e madre se me pone desconfiado y evasivo. Se me esconde. Paciencia. Me hago el loco. Lo espero afuera, silbando. Pero no hay forma, se siente acorralado, huele la emboscada y no sale. Bueno, qué más me queda.

Me lleno de coraje, respiro hondo, me desabrocho el cinturón y me bajo los pantalones. Brr. Bajarse los pantalones es la cosa más denigrante que le puede suceder a un hombre, claro. Creía yo, hasta ese momento, hasta ese instante. Hasta que lo atenacé con mis garrotes de hielo y lo vi. ¡Dios mío! ¡Qué escena tan humillante! Aquel pájaro altivo, aquel pavo real de pecho en el aire, aquel animal orgulloso de temperamento y carácter (y exhuberante por naturaleza), aquel único y real atributo capaz de satisfacer el orgullo de un hombre, aquel desgraciado se me había convertido en un perrito faldero, una mascota doméstica, una vainita que ni sé cómo le digo porque me da pena y lástima ajena describirlo. Allí, con los pantalones enrrollados alrededor de los tobillos, con el culo al aire y doblado, expuesto al escarnio, pues, allí estaba yo y este pedacito de verga, este murruñito de piel que me miraba implorante como el perrito chino de cinq-a-sec. Mierda, mano. Habría que ser escritor antiguo para poder describir la congoja profunda de este frio dilacerante y de semejante humillación, pero bueno.

--Vuelto, qué hay?
--Frio mi pana. Esta mierda aquí lo q hay es frio

Oye Célia (Célia es mi esposa, es muy celosa y muy tímida, por favor salúdenla): prometo que no vuelvo a postear más pájaros ni perritos ni nada de eso y que mi próxima entrada va a ser sobre la estructuración del agnosticismo alrededor de la constelación de valores laicos en la sociedad moderna. ¿OK?

4 comentarios:

leila dijo...

gracias por darnos tanto detalles del comportamiento de tu anatomía...

Jaime Senra dijo...

Por fin aparece alguien que me lo agradece, una lectora sincera.

Dali-a Color Naranja dijo...

Le encontré su puntito cómico al asunto. Aún me rió. Mi saludo caluroso, y como no, también para su querida esposa Celia.

Anónimo dijo...

Puntito...jeje. Pues...como lo explico...
(Jaime, sin paciencia para hacer login)