miércoles, 1 de abril de 2009

Oficios




En nuestra profesión los trayectos de carrera se parecen mucho. Todos empezamos queriendo ser actores. Casi todos venimos de por ahí, o pasamos por allá cerca, por la cosa escénica. En determinado momento nos dimos cuenta de un par de cosas. Primero, la capacidad de imitar una voz, no solo en timbre, en color, por supuesto, sino sobretodo en articulación, con inflexiones, paradas, fraseos muy diferentes a los de uno. Más que el tono son estos aspectos de forma, para llamarlos así, las huellas distintivas de una voz. Y lo segundo que nos dimos cuenta en esas incursiones teatreras, fue, o es, una cierta capacidad para adoptar el otro, para meterse en su cabeza. No solo terminas hablando como el personaje, acabas pareciéndote mucho a él (o al revés). Es como si le prestaras una pieza de ropa a alguien, unos pantalones ponle, y esta persona los usa tanto y tantas veces que los pantalones dejan de pertenecerte aunque sigan como nuevos, ya no los quieres de vuelta (aunque son tuyos). Más o menos.

Una vez que tienes esto, es decir, obtienes una voz y te imaginas un comportamiento que le encaja, lo demás viene solo, aparece casi sin que te des cuenta. A cierta altura empiezas a hacerle preguntas y no tienes ni idea de lo que él te va a responder, pero no te preocupas, sigues. Ya por experiencia sabes que se te va a desenredar solito, que va a salir más o menos airoso del trance como se dice (no siempre), pero es la parte más bonita del proceso. Ver qué te responde, por dónde te viene, con qué te va a salir. Es una sorpresa para los demás, claro, pero también para ti mismo, eso es lo increíble. La gente no me cree cuando cuento esto, que yo mismo me sorprendo porque no sé lo que va a pasar; creen que me hago el interesante. De cierta forma los entiendo, no tengo por qué sentirme ofendido. Uno pasa tanto tiempo imaginándose cómo se ve el diálogo desde afuera que después de un tiempo se te hace difícil distinguir lo que es verdad y lo que es de mentira. A menos que se quiera asumir que todo es mentira, o al revés, que todo es verdad; y en cualquiera de los dos casos es como matar el paciente y anunciar que le curaste la herida.

No siempre es fácil, esa es otra cosa de la cual la gente pocas veces se da cuenta. Se creen que saco mi muñeco de la maleta y listo, a cantar y bailar. No. Bueno, lo quisiera yo, pero no es así de sencillo. Puedo meterle la mano por el trasero y ponerlo a hacer morisquetas, pues claro, a representar una rutina ensayada. Pero no se trata de eso. Es verdad que tienes de partir de algo y en eso te ayuda mucho tener un repertorio, esa media docena de chistes enlatados, pero lo interesante viene después, con un poquito de suerte. Por eso no me gustan esas actuaciones a lo blitzkrieg no sé si está bien escrito, ráfagas de cinco o diez minutos delante de un micrófono no van conmigo. Igualito que esas partidas de ajedrez que se tiran los profesionales con reloj; te imaginas que juegan muy bien y que son unos genios, pero llegas al final y te quedas con la sensación de que no pasó nada, que te perdiste una parte importante. Si tengo que hacerlo lo hago, pues claro, para eso me pagan, pero no es mi cosa. No te da tiempo. Por otro lado está el factor leche o no sé como decirle. Porque ni todos los días te sale.

Hay noches que me vuelvo loco porque le hablo y le digo y le doy coquito, la pego con él, lo puyo, le meto la mano por el culo y muevo los deditos, lo incito, le saco la piedrita con aquellos temas que yo sé que no le gustan, pero nada de nada. No reacciona. Me provoca agarrarle las amígdalas y sacárselas por las tripas. Habla pues, coñito de tu madre. Di algo, lo que sea, pedazo de mono. Pero se encierra en mus. Esta boquita (tremenda jeta) no es mía. Y otros días, bueno, le da por hablar como una cotorra loca. Me interrumpe, habla por encima, me corta los chistes, se mete directamente con el público, el tremendismo escatológico (esa es su vaina). Y aprovecha y me saca trapitos y cosas a relucir. A dónde va a buscarse esas cosas ni yo mismo lo sé. El proceso se vuelve tan rápido que no me da tiempo a pensar, a digerir. La gente me escucha tartamudear y piensan que estoy actuando. No lo estoy. Yo mismo me quedo con esa duda y con la impresión (esto si va a ser más difícil de creer) que yo no sé muy bien qué está pasando pero que él sí lo sabe, que los dos bailamos pero es él quien me está llevando el paso. No quiero dármelas de profundo y misterioso, de verdad. Lo que pasa es que me saca cosas que debo de tener adentro pero que no las sé. Y bueno, no quiero fastidiarlos más, para resumir, la vida del ventrílocuo es así. ¿Verdad, Jaimito? Estuviste muy callado otra vez. Di algo, mi pana, despídete por lo menos. ¿Qué te pasa, peludin? Sabes que te queda muy mal esa actitud. ¿Te hago la pajita a ver si te animas o qué? Habla, coño de tu madre, desgraciado, no me dejes varado. Te consigo una monita de peluche ¿quieres? A que te encantaría una monita de juguetería, una Barbie foliculadita, con un vestido rosado, ah? Habla pues, cabrón, que ya me estás sacando de quício otra vez, chico. Ya se acabó la entrevista. Ahora di algo para que estas señoras te escuchen. Dime pues, qué prefieres, te la voy a poner sencilla: ¿ monita o palomita? Jeje, cuando lleguemos a la casa te puedo buscar una palomita para que juegues un ratico y te alegres... Ah, veo que por lo menos ya cambiaste de cara, es algo. Crees que no me atrevería ¿es eso? Ah no, dices que no...no me atrevería, dices tú... Mírame pues que voy a nadar de espaldas, espera no más a que lleguemos a la casa... Además, viene bien que ni siquiera tengas dientes, acuérdate...eres un monito de peluche. Te la tiras de pilluelo controlador pero eres una dulzura de marioneta, procacillo e inofensivo como un escritor desconocido. A los artistas como tú le encantan estas revelaciones. Y después puedes escribir un cuentico relatando tus epifanías. Monos. Te va a encantar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Este tambien me gusto sobre todo porque te veo como un camaleon pensante, es como si tomaras un instante de vida prestada para contarnos una historia.
La mayor parte de las personas escribe de algo que les haya pasado, pero tu escribes como si fueras otro...y a veces entras en escena tu tambien pero muy sigilosamente... estas escribiendo una novela? en portugues, español, neozelandes, o ingles? como vas a hacer para que llegue a Venezuela estando tan lejos...

Jaime Senra dijo...

Hola anónimo/a. Me encanta este comentario, la parte donde dices que me la paso de metiche en mis cuentos, jeje. Me parece lo máximo. Un beso para ti, seas tu hombre o mujer, no importa, te lo ganaste...