jueves, 2 de agosto de 2012

Hombres del mar


Quisiera misión cierta

o certera, más o menos
(no pido mucha precisión, tampoco).
Un puñadito de verdades,
un racimito, me gustaría.
He venido aprendiendo a apreciar las flores.
Poco a poco. Muchas veces dos o tres son suficientes.
Con unas hierbitas silvestres componiendo el ramillete. Listo.

Norte y sur, esto o este. Cosas así, la que añoro. Lo que es cierto, y lo que no lo es.
Izquierda y derecha en el cosmos. ¿Será que existen?
Ponerles un color y meterlas en frascos de compota
encima de la mesa de la sala
para que les pegue el sol de mañana.

¿Vocación? Claro. Por supuesto.
Y arte, y oficio y profesión. Cosas que parecen tontas, a lo mejor
¡Pero cómo me gustarían!

Talento musical (me encantaría coño. Daría la mitad de mi vida en cambio)
Y la otra mitad, aunque me quedara sin vuelto. (Ya me parece buen trato).

Me gustaría tirármelas de opinador.
Ocurrente, locuaz y esas cosas. Aunque no me creyera nada de lo que dijera.
Sería burda de divertido, me lo imagino
Vacilarme las convicciones de los demás, sin reírme nunca, muy serio siempre, jajaja.

Habilidad con los números, me gustaría eso. Qué pudiera delirar con ecuaciones de Fourrier y Maxwell cómo quien se lee una partitura de Bach, infinitos de Cantor, esas vainas.  Por supuesto que me gustaría. El sencillito de vuelto, a cambio. Aunque no me quede más nada para vivir. Y contento, además.

Destreza manual, hacer guevonadas con las manos, avioncitos de balsa, frascos con barquitos
Sacar la lengua con esa concentración artesanal.
No tengo la menor duda: me encantaría.

Saber escribir. Saber sacar y poner puntos y comas, a diestra y siniestra.
Evitar el adverbio, el adjetivo y esos pormenores que te quedan muy mal o casi bien.
Evitar las redundancias fónicas. También.

O convicciones aún más sencillitas, por ejemplo. Dios, cómo me gustarían. Una o dos, no pido más.

Saber cosas sin conocerlas, sin entenderlas, sin poder ni querer explicarlas.
Creer porque te conviene y es bueno para el colón.
No joda, claro que me gustaría.

Idearios religiosos, ya que dudas caben: me gustarían, un montón.
Tener fe porque sí, y no dudar de un coño con relación a nada, dios mío, qué bonito sería.
Ni que fueran unas referencias, modestas
Postmarxistasliberalmonetaristas
Piltrachitas, cómo se sabe, pero que aún devaluadas, me gustarían
cómo a quién le gusta cargar unas moneditas en el bosillo.

O sencillamente aquel sentido recto de la moral
Codearme con esos que saben lo que está bien y lo que está mal, y lo tienen clarito
a la hora de condenarte a ti o a quién sea. Mamá o papá.
Eso, aún la mierda esa, bien creída, metida en los tuétanos, me encantaría.

La cosa de la responsabilidad cívica, sin ir más lejos.
Quisiera yo, cómo me gustaría.
La responsabilidad paternal, higiénico-sexual, laboral…
Todas cositas a granel pero que agregadas suman mucho, claro que me gustarían.

Me gustaría tener un libro de cabecera, por ejemplo. Uno.
Ovidio, Platón, cualquiera.
Y colocarlo en la mesita de mi cama
para poder verlo antes de apagar la luz.
Duérmete bien y mañana me cuentas.
Claro que me gustaría.

Y aún con menos, con mucho menos que eso, me daría por contento:
con un pensamiento, por ejemplo.
De Marco Aurelio, de Marco Antonio, Adriano, Augusto, Trajano.
Hasta un frase prosapiosa de Pessoa, Kavafis, cummings, me servirían.
Busquénmela pues. Una. Envuelta en papel de cumpleaños.
Te regalo una verdad. Qué la pases bien. Un millón. Me gustaría.

Mil veces mejor aún sería tener un ídolo, completo, de carne y hueso, con la vida toda depurada, empaquetada, embalsamada como Evita o algo.
Un personaje de película, un general, una santa, una puta ninfomaníaca desalmada.
Un anti anti héroe pleno de anti atributos que te dejen pensando la antítesis de la anti cosa.
En la vida. Esta cosa plagada de dudas, y traiciones, y contradicciones y todo lo demás.
Es el tipo de guevón(a) que me gustaría. Invitarlo a mi casa. Prepararle un café. Leerlo como si me hablara, si está muerto. O invitarla que me hablara, ella a mí, en sueños, si nunca escribió nada.

Una Iglesia, por ejemplo, no joda, ni me atrevo a pedirlo. El orgasmo.
Asistir a una misa, venirte, correrte en los pantalones
mientras los congregados cantan un himno de alabanza a Dios.
Que me perdonen, Él y sus acólitos fieles, pero me encantaría.


Aunque, bueno, que le hacemos
me he cansado de pedir, de rezar, de implorar.
Lo mínimo de los mínimos será que Dios me mande a que me cojan por el culo
con esta clase de plegarias iconoclastas, anatemas, imprecaciones, herejías. (El vocabulario de la Iglesia se vuelve muy prolífico con ciertos temas). Y por eso ceo que la cosa es medio embustera. Y que el Dios de ellos es malo. Porque solo escucha a los buenos. Y a los que verdaderamente pecamos y estamos jodidos, nos dejan desamparados. No me vengan con los cuentos mojigatos del perdón, no joda. Me llenaron las bolas.

Concluyendo. Que a estas alturas, ya me contentaría con bien más poco, con poco bien menos.
Con un ideal, chiquitico, poca cosa, una piche duda ni que fuera.
Pero obsesiva obsesiva. Una mechita de 1/8 taladrándome los sesos
todo el santo día.

Una enfermedad grave
(tampoco muy grave, no exageremos)
Pero redentora. Que te hiciera olvidar el mundo y ver la vida. Sucede a menudo. Dicen.
Y lo creo.

O lo mejor de todo: una pasión leta fata mortal
Beta tetra descomunal, consumidora.
Se comprende la idea: que te quemes todo por dentro
solo de verla. Más o menos esa es la idea.
Ese tipo de amor purgatórico, ardiente, insoportable, aún me gustaría.

Y, o ( o “y/o” si no se puede pedir todo) rogaría a todos los santos
Por una libido insaciable, frenética, vehemente.
Para mí, sí, pero más que todo para mostrarle mi amor por ella.
Un palo más sebucánico y más encarpado que el mastro de la tienda de una legión extranjera…
una cojonera reventándome las bolas todo el tiempo. Plun, plin, plás. Son solo dos, pero varias veces.

Ya no qué sé qué pedir o cómo, aunque busco, como todos, la redención, la comunión, la paz.
(No voy a decir que me gustaría eso. No estoy seguro.
He escuchado de hombres que se les “parte” el guevo.
No sé lo que es, pero, coño, no. Así tanto tanto creo que no me gustaría).

O, dos puntos, ya se trata de otra cosa:
Vivir, en alternativa, sin más nada, y si más no queda.
Vivir normal como todo el mundo.
¡Nadie se imagina cómo me gustaría!

Resumiendo los asuntos cómo quién no piensa para nada en las cosas
y de todo se aparta diciendo “blablablá”.

Resumiendo: vivir apenas y simplemente
comiendo queso, de vez en cuando.
Y esperando a contarle a tus nietos, algún día, que sobreviviste a un naufragio.
Sí, claro que es cierto. De verdad verdad.
Un naufragio terrible, una escena dantesca
con ahogados exhaustos y sin fuerzas para subirse a las balsas
apaleados a remazos por los sobrevivientes
y todos, unos y otros
implorando la clemencia de Dios.
(Mentira, por supuesto, nunca vi un naufragio. Pero a los niños qué coño les va a importar.
Lo que les va a interesar es el cuento, la historia, por supuesto).

Como a nadie le importa nada, coño, resumiendo, aparte de una história.
Aunque vaga e inciertea, una historia.
Lo cierto es que algo tendré que inventarme a los chavales para que guarden de mi algún recuerdo, más o menos
A esos nietos impertérritos que aún no tengo.
Eso es más importante que el resto
Es importante que guarden algún tipo de recuerdo.
Del viejo que probablemente seré
y que me las tiraba de héroe del mal, de héroe del mar.
Mojoneador con bolas. Del tipo marítimo.
Y muy derecho al grano. Así era yo. Anti blablablá.
Muy claro. Norte y sur, este y oeste.
Guardando, cachivaques estúpidos, como todos los viejos
Atesorando y que puntos cardinales en frascos de compota, qué bolas
Para que les pegara el sol en la mañana.


Le prometí a alguien una traducción de algo mío en portugués. Soy absolutamente incapaz de traducir, sobretodo tratándose de algo mío. Esta es una versión, 4 o 5 veces superior al original y no necesariamente mejor.  

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