Quisiera misión cierta
o certera, más o
menos
(no pido mucha
precisión, tampoco).
Un puñadito de
verdades,
un racimito, me
gustaría.
He venido
aprendiendo a apreciar las flores.
Poco a poco.
Muchas veces dos o tres son suficientes.
Con unas hierbitas
silvestres componiendo el ramillete. Listo.
Norte y sur,
esto o este. Cosas así, la que añoro. Lo que es cierto, y lo que no lo es.
Izquierda y
derecha en el cosmos. ¿Será que existen?
Ponerles un
color y meterlas en frascos de compota
encima de la
mesa de la sala
para que les
pegue el sol de mañana.
¿Vocación?
Claro. Por supuesto.
Y arte, y oficio
y profesión. Cosas que parecen tontas, a lo mejor
¡Pero cómo me
gustarían!
Talento musical
(me encantaría coño. Daría la mitad de mi vida en cambio)
Y la otra mitad,
aunque me quedara sin vuelto. (Ya me parece buen trato).
Me gustaría tirármelas
de opinador.
Ocurrente,
locuaz y esas cosas. Aunque no me creyera nada de lo que dijera.
Sería burda de
divertido, me lo imagino
Vacilarme las
convicciones de los demás, sin reírme nunca, muy serio siempre, jajaja.
Habilidad con los
números, me gustaría eso. Qué pudiera delirar con ecuaciones de Fourrier y Maxwell
cómo quien se lee una partitura de Bach, infinitos de Cantor, esas vainas. Por supuesto que me gustaría. El sencillito
de vuelto, a cambio. Aunque no me quede más nada para vivir. Y contento, además.
Destreza manual,
hacer guevonadas con las manos, avioncitos de balsa, frascos con barquitos
Sacar la lengua
con esa concentración artesanal.
No tengo la
menor duda: me encantaría.
Saber escribir.
Saber sacar y poner puntos y comas, a diestra y siniestra.
Evitar el
adverbio, el adjetivo y esos pormenores que te quedan muy mal o casi bien.
Evitar las
redundancias fónicas. También.
O convicciones aún
más sencillitas, por ejemplo. Dios, cómo me gustarían. Una o dos, no pido más.
Saber cosas sin
conocerlas, sin entenderlas, sin poder ni querer explicarlas.
Creer porque te conviene
y es bueno para el colón.
No joda, claro
que me gustaría.
Idearios
religiosos, ya que dudas caben: me gustarían, un montón.
Tener fe porque
sí, y no dudar de un coño con relación a nada, dios mío, qué bonito sería.
Ni que fueran
unas referencias, modestas
Postmarxistasliberalmonetaristas
Piltrachitas, cómo
se sabe, pero que aún devaluadas, me gustarían
cómo a quién le
gusta cargar unas moneditas en el bosillo.
O sencillamente aquel
sentido recto de la moral
Codearme con
esos que saben lo que está bien y lo que está mal, y lo tienen clarito
a la hora de
condenarte a ti o a quién sea. Mamá o papá.
Eso, aún la
mierda esa, bien creída, metida en los tuétanos, me encantaría.
La cosa de la
responsabilidad cívica, sin ir más lejos.
Quisiera yo,
cómo me gustaría.
La
responsabilidad paternal, higiénico-sexual, laboral…
Todas cositas a
granel pero que agregadas suman mucho, claro que me gustarían.
Me gustaría
tener un libro de cabecera, por ejemplo. Uno.
Ovidio, Platón, cualquiera.
Y colocarlo en
la mesita de mi cama
para poder verlo
antes de apagar la luz.
Duérmete bien y
mañana me cuentas.
Claro que me
gustaría.
Y aún con menos,
con mucho menos que eso, me daría por contento:
con un
pensamiento, por ejemplo.
De Marco Aurelio,
de Marco Antonio, Adriano, Augusto, Trajano.
Hasta un frase
prosapiosa de Pessoa, Kavafis, cummings, me servirían.
Busquénmela pues.
Una. Envuelta en papel de cumpleaños.
Te regalo una
verdad. Qué la pases bien. Un millón. Me gustaría.
Mil veces mejor aún
sería tener un ídolo, completo, de carne y hueso, con la vida toda depurada, empaquetada,
embalsamada como Evita o algo.
Un personaje de
película, un general, una santa, una puta ninfomaníaca desalmada.
Un anti anti héroe
pleno de anti atributos que te dejen pensando la antítesis de la anti cosa.
En la vida. Esta
cosa plagada de dudas, y traiciones, y contradicciones y todo lo demás.
Es el tipo de
guevón(a) que me gustaría. Invitarlo a mi casa. Prepararle un café. Leerlo como
si me hablara, si está muerto. O invitarla que me hablara, ella a mí, en sueños,
si nunca escribió nada.
Una Iglesia, por
ejemplo, no joda, ni me atrevo a pedirlo. El orgasmo.
Asistir a una
misa, venirte, correrte en los pantalones
mientras los
congregados cantan un himno de alabanza a Dios.
Que me perdonen,
Él y sus acólitos fieles, pero me encantaría.
Aunque, bueno, que
le hacemos
me he cansado de
pedir, de rezar, de implorar.
Lo mínimo de los
mínimos será que Dios me mande a que me cojan por el culo
con esta clase
de plegarias iconoclastas, anatemas, imprecaciones, herejías. (El vocabulario de
la Iglesia se vuelve muy prolífico con ciertos temas). Y por eso ceo que la
cosa es medio embustera. Y que el Dios de ellos es malo. Porque solo escucha a
los buenos. Y a los que verdaderamente pecamos y estamos jodidos, nos dejan
desamparados. No me vengan con los cuentos mojigatos del perdón, no joda. Me
llenaron las bolas.
Concluyendo. Que
a estas alturas, ya me contentaría con bien más poco, con poco bien menos.
Con un ideal,
chiquitico, poca cosa, una piche duda ni que fuera.
Pero obsesiva
obsesiva. Una mechita de 1/8 taladrándome los sesos
todo el santo día.
Una enfermedad
grave
(tampoco muy
grave, no exageremos)
Pero redentora.
Que te hiciera olvidar el mundo y ver la vida. Sucede a menudo. Dicen.
Y lo creo.
O lo mejor de
todo: una pasión leta fata mortal
Beta tetra
descomunal, consumidora.
Se comprende la
idea: que te quemes todo por dentro
solo de verla.
Más o menos esa es la idea.
Ese tipo de amor
purgatórico, ardiente, insoportable, aún me gustaría.
Y, o ( o “y/o” si
no se puede pedir todo) rogaría a todos los santos
Por una libido
insaciable, frenética, vehemente.
Para mí, sí,
pero más que todo para mostrarle mi amor por ella.
Un palo más
sebucánico y más encarpado que el mastro de la tienda de una legión extranjera…
una cojonera reventándome
las bolas todo el tiempo. Plun, plin, plás. Son solo dos, pero varias veces.
Ya no qué sé qué
pedir o cómo, aunque busco, como todos, la redención, la comunión, la paz.
(No voy a decir
que me gustaría eso. No estoy seguro.
He escuchado de
hombres que se les “parte” el guevo.
No sé lo que es,
pero, coño, no. Así tanto tanto creo que no me gustaría).
O, dos puntos,
ya se trata de otra cosa:
Vivir, en
alternativa, sin más nada, y si más no queda.
Vivir normal
como todo el mundo.
¡Nadie se imagina
cómo me gustaría!
Resumiendo los
asuntos cómo quién no piensa para nada en las cosas
y de todo se
aparta diciendo “blablablá”.
Resumiendo: vivir
apenas y simplemente
comiendo queso, de
vez en cuando.
Y esperando a contarle
a tus nietos, algún día, que sobreviviste a un naufragio.
Sí, claro que es
cierto. De verdad verdad.
Un naufragio
terrible, una escena dantesca
con ahogados
exhaustos y sin fuerzas para subirse a las balsas
apaleados a
remazos por los sobrevivientes
y todos, unos y
otros
implorando la
clemencia de Dios.
(Mentira, por
supuesto, nunca vi un naufragio. Pero a los niños qué coño les va a importar.
Lo que les va a interesar
es el cuento, la historia, por supuesto).
Como a nadie le
importa nada, coño, resumiendo, aparte de una história.
Aunque vaga e
inciertea, una historia.
Lo cierto es que
algo tendré que inventarme a los chavales para que guarden de mi algún recuerdo,
más o menos
A esos nietos impertérritos
que aún no tengo.
Eso es más
importante que el resto
Es importante
que guarden algún tipo de recuerdo.
Del viejo que
probablemente seré
y que me las
tiraba de héroe del mal, de héroe del mar.
Mojoneador con
bolas. Del tipo marítimo.
Y muy derecho al
grano. Así era yo. Anti blablablá.
Muy claro. Norte
y sur, este y oeste.
Guardando,
cachivaques estúpidos, como todos los viejos
Atesorando y que
puntos cardinales en frascos de compota, qué bolas
Para que les
pegara el sol en la mañana.
Le prometí a alguien una traducción de algo mío en portugués. Soy absolutamente incapaz de traducir, sobretodo tratándose de algo mío. Esta es una versión, 4 o 5 veces superior al original y no necesariamente mejor.
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