lunes, 23 de febrero de 2009

Qué bueno que se esté parando el mundo. Porque estaba errado.

La revista Forbes publica anualmente una lista de los hombres más ricos del mundo. Son cuatrocientas personas que tienen el honor de aparecer en esa exclusiva lista. La riqueza de esas 400 personas, sumada, es superior a la riqueza de 40% de la población del mundo, sumada.

A principios de los años ochenta, según otra de estas revistas de negocios, Fortune, los jefazos de las grandes compañías americanas ganaban aproximadamente 40 veces más que los trabajadores en la base. En los últimos años los ingresos de estos CEOs eran (y son) 500 veces superiores a los de los trabajadores más humildes de sus respectivas compañías. El obrero tendría que trabajar toda la vida para ganar lo mismo que el tal jefe. Él y su hijo. Y él hijo de su hijo. Y su hijo. Y el hijo del hijo de este último. Y su hijo. Y el hijo de este hijo, y su hijo. Y el hijo del hijo del hijo del hijo del hijo y esta saga de la desigualdad solo se acaba después de repetir la palabra “hijo” dieciséis veces, a lo largo de dieciséis generaciones.

En las 350 compañías más grandes de los Estados Unidos estos "bigboses" están ganando, en promedio, algo así como la pequeña bicoca de 15 millones de dólares al año.

Revistas como Forbes o Fortune se consiguen hoy día en cualquier pequeño pueblo del mundo. Son accesibles porque su financiamiento no depende tanto del precio de portada como de la publicidad que incluyen en sus páginas. Los pobres como nosotros podemos comprarlas. De cierta forma esa es la idea, que nos incentivan a comprarlas. Hace un par de años, en uno de los números de Forbes, un artículo hacía algunas sugestiones de regalos para navidad y recomendaba diez relojes. El precio de estos Vacherones y Audemares oscilaba entre un cuarto de millón y un millón de dólares. Estamos hablando de productos comerciales, que se venden en tiendas normales, por así decirlo; las piezas especiales, con listas de espera de varios años como los Ferraris, empiezan del millón de dólares hacia arriba.

Tengo aquí a mano la revista Newsweek de esta semana. La contraportada está dedicada a la publicidad de un reloj, casualmente. Acabo de meterme en Google para averiguar el precio de este Breguet, La Tradition 7027BB. Bueno, nada del otro mundo. Con descuento y todo solo cuesta 22 365 dólares! Cosa de pobres.

En estas mismas revistas de información internacional es común encontrar publicidad de la primera clase de las compañías aéreas. Claro que no se llama “primera clase” como antiguamente; hoy día los ricos son mucho más correctos y no se habla de “clases”, mucho menos de “primeras” o “terceras”. En los últimos años casi todas las líneas aéreas del mundo han reducido la dimensión de los asientos de la clase turística a unas dimensiones mínimas, casi intolerables. En compensación (creo que esta es la palabra adecuada) los asientos de primera clase han triplicado o quintuplicado su espacio. Hoy día los asientos de primera son verdaderas camas a control remoto, dónde las personas, tal cual romanos decadentes, se recuestan de sus camas y piden Gruyere Conté acompañado de Veuve Clicquot o Don Perignon. Como me sé yo todas estas marcas? Ah...pues...Porque la globalización subsidia periódicos y revistas que pueden adquirir los pobres pero cultos y honrados. Ni todo es malo en la globalización.

Pero que nos importa a nosotros el despilfarro loco de los ricos si todos estamos mejor, verdad? Bueno... creíamos que estábamos. La desigualdad social creció en todo el mundo. Ricos más ricos y pobres más pobres y con menos acceso a servicios sociales básicos, como educación y salud. Y un vasto sector de la clase media que no se benefició de esta supuesta “era de prosperidad sin precedentes” sino que está trabajando más, ahorrando menos, endeudándose más. Un pasito en falso y se ahorca porque desde hace mucho rato tiene la soga al cuello.

Hoy día un matrimonio de clase media no se mantiene en pie si no trabajan los dos, cosa que no sucedía en la generación de nuestros padres. No solo trabajan los dos sino que trabajan más horas que hace una generación atrás. En cualquier gran ciudad del mundo los valores inmobiliarios alcanzaron valores tan absurdos que solo los muy ricos se pueden permitir vivir en algunos barrios céntricos, super hiper ultra exclusivos. La clase media fue literalmente marginada hacia la periferia de las ciudades. Las distancias y los atascos de tránsito son tan grandes que es normal pasar doce o catorce horas en el trabajo o yendo y viniendo del trabajo.

Los ingresos reales de las familias de clase media han aumentado es cierto, pero básicamente porque las mujeres ingresaron en masa al mercado de trabajo y hombres y mujeres trabajan más horas. En todo caso este aumento real fue muchísimo inferior al gasto. Es verdad que una buena parte del gasto fue realizado al sabor de la euforia consumista. Pero el hecho fundamental fue la inversión en vivienda. Si hace una generación la clase media podía comprar vivienda con el salario bruto de dos o tres años de trabajo, hoy día no lo puede hacer con el salario bruto de siete u ocho años aún cuando trabajan los dos integrantes de la pareja.

Vamos a dejar el tema de la vivienda para el próximo post, no sin antes decir esto. Que no es cierto que desde las Reaganomics de los ochentas hemos vivido una “edad de prosperidad sin precedentes”. Hemos vivido una edad de locura colectiva sin precedentes, eso sí. De la que todos participamos y para la cual todos contribuimos en mayor o menor medida. El mundo estaba errado, nos vamos dando cuenta. Qué bueno que se paró. Y anda todo el mundo loco intentanto ponerlo en marcha otra vez. No. Ahora que se paró, que dé la vuelta.

1 comentario:

Fabrizio Macor dijo...

Jaime,
Como siempre, tus comentarios son atinados y estan bien escritos.
Comparto plenamente tu apreciación sobre el incremento de la desigualdad en este periodo de crecimiento y no tengo dudas que la distribución de los ingresos no se corresponde a la productividad, tal como creen los economistas. Cómo explican las ganancias de los banqueros?
Tu apreciacion sobre la situación de la clase media me deja dubitativo. Es cierto que un par de generaciones atrás una familia de clase media se sostenía con el sueldo de uno solo. Pero también es cierto que las tareas domésticas requerían del trabajo de una persona. No había lavadoras, secadoras, microhondas...por no comentar los recientes que son los inodoros y otras menudencias a la que estamos acostumbrados.
Un hombre no podia vivir sin una mujer que se encargara del hogar y la mujer sin un hombre que la mantuviera.
Y esto sin mencionar el acceso a nuevas tecnologias, como el internet, cine en casa (yo alquilo los filmes por internet), acceso a libros de una manera fantastica.
Son demasiadas cosas para este comentario, pero una de las cosas que no envidio de las generaciones anteriores es su emotividad y sexualidad acartonada. Zape.
Finalmente está la magnitud de la clase media. Hoy en día es gigante, y ha seguido creciendo hasta el inicio de esta crisis en paises como China e India, que son una buena tajada de la población mundial.
Espero tu post sobre la vivienda, con mucho interés. Voté excelente al artículo y alguien hizo lo mismo después de mi.
Sigue escribiendo...
Fabrizio Macor