sábado, 8 de septiembre de 2012

Ruego de niño mirando por el telescopio


Espía sideral
Agente secreto de la oscuridad del mundo
Rayo de mí
Extensión infinita de mis ojos
Tubito mágico
Caleidoscopio de verdad verdad
Con espejos y cuentas coloridas que son mundos.
Mensajero de mi mirada
Cañón de mega súper megatones
mi más fiel confidente
vete, llévame a las estrellas, amiguito.
Afina grados
Ajusta segundos
Apunta
Tírate por ahí y cuéntales  a todos
esta cosa loca del enigma del tiempo
hasta que sea grande y entienda mejor.
Mientras tanto, diles
que aún estoy pequeño, y no entiendo mucho.
Que me confundo con muchas cosas
pero estoy aquí.
Que nadie en la Andrómeda se olvide mí.
Yo soy el él del morral anaranjado
con unos All Stars azules bastante rotos.
Pero son los únicos zapatos que me gustan.


(Hoy damos por establecido que la luz rebota de los objetos y nos impacta el sistema óptico. Hasta casi el Renacimiento, y debido a la autoritas de Aristóteles,  se creía que la mirada nos salía de los ojos y se dirigía a los objetos. Esa es la percepción que tienen los niños, hasta que se les enseña lo contrario. Este paralelismo entre el desarrollo cultural y el cognoscitivo hasta tiene un nombre propio, bautizado por Jean Piaget, y que pertenece al vocabulario de la epistemología. Que no viene al caso. El que la mirada brote de los ojos, nos permite atravesar el mundo, el cosmos, llevarnos, transportarnos, perdernos).

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