sábado, 23 de julio de 2011

ASDF


Una amiga de Fabrizio, que no conozco personalmente, le dijo que le encantaría divulgar mi última entrada en este blog, pero que se sentía incapaz de hacerlo porque contenía un error ortográfico garrafal, inadmisible. Creo que a otra persona cualquiera esta observación le pudiera haber parecido pedante, pero yo la entendí y acepté perfectamente. (De hecho lo corregí y ella lo divulgó. Gracias Jaione).

También a mí, en una época, este tipo de cosas me parecían tan faltas de educación y elegancia como comer con el costado del cuchillo. Admitía, naturalmente, que no todos fuimos entrenados para leer y escribir de forma sistemática, y que a un panadero no se le pueden pedir pretéritos cuanplusperfectos. Pero una cosa es admitir la obesidad, y otra es andar con la franela recogida por encima de la panza. Para mí, leer un email plagado de errores elementales, degradaba automáticamente un ingeniero competente al nivel de un camionero.

Eso fue en la época en que pasaba varios años en un país, y básicamente hablaba, leía, y escuchaba la gente a mí alrededor hablando una misma lengua, todos los días, a todas horas. Pero, por efectos de la globalización, o porque sencillamente el destino me reservó una vida nómada, precaria, de mierda, ese tipo de permanencia, que añoro, ha desaparecido de mi vida. Ya había dicho que soy un venezolano, hijo de emigrantes portugueses, viviendo en Nueva Zelanda. Últimamente, regresé a Portugal, y abrí una escuela de lenguas, en dónde, naturalmente se enseña Español e Inglés. La profesora de Inglés no se atreve a hablar Portugués, y la de Español está convencida que lo habla (que venga el diablo y escoja). Mi vida de todos los días la hago en Portugués, naturalmente. Y es un peo de dimensiones babélicas.

Tânia se trajo un McBook de Inglaterra, Odette se trajo su PC de Méjico, y yo me compré uno por aquí. Por razones técnicas relacionadas con la red interna, optamos por no atribuir los computadores individualmente, sino que el primero que llega se sienta en el primer computador, en orden secuencial. Lo que quiere decir que, en dado momento, por ejemplo, Odette puede estar sentado en el Mac inglés de Tânia, creyendo que escribe Portugés. Los tres teclados comparten la posición de las letras, la famosa distribución QWERTY. Todo lo demás - letras específicas (como la ç o la ñ), acentos, exclamaciones e interrogaciones, paréntesis, delete, control – es decir, la otra mitad del teclado, es diferente, y varia de lengua para lengua. ¡En el caso del Mac ni se diga! Hay un poco de teclas con unos signos rarísimos, nítidamente inventados para darle un aire sofisticado, y que, a estas alturas todavía no sé para qué sirven. Eso, por lo que atañe al teclado, a lo físico, al hardware de la vaina.

Después está la cuestión de los diccionarios internos para la corrección automática. Al escribir el encabezado de un texto con “Say What? – Escola de Línguas” el computador asume, primero, que se trata de Inglés; después, cambia de ideas y presupone que es Portugués; y cuando llega a la primera línea de la carta “Muy estimado señor”, sencillamente desiste, y asume que es Afrikaans, la primera opción en el menú de definición de idioma. Además, ignora olímpicamente todo lo que es homonimia (es algo muy difícil de explicar que ustedes no lo van a entender). ¡Para colmo, Word, en su diccionario, no incorpora algunos de los neologismos informáticos que él proprio utiliza en sus menús y sistema de Ayuda! Inaudito. Para no confundirme todalia m]as de lo que ya esyo, opto muchas veces por simplemente desconectar todo y perro a pasear; a nadar por mi propia cuenta.

Debo añadir, a todo esto, que escribo con dos dedos. He intentado aprender la cosa esa de la mecanografía, docenas de veces, pero soy burro, y lo digo con toda la sinceridad del mundo. Horas, días y semanas de mi tiempo y de mi vida que he malgastado inútilmente. Escribo con dos dedos (a veces meto subrepticiamente el dedo de la paloma) pero lo hago a una velocidad muy considerable. En un dia bueno, es decir, en el que me sienta particylarmente arrecho, alcanzo la notable marca de 70 palagras or minuto. Hacerlo com dos dedos me hace sentir como aquellos inv]alidos que pintanpostales de Navidad con los dedos de lod pies. A veces, por algún morivo, la calentera es tan granse (generalmente la cosa tiene que ver con Odette; ella lo sabe), que escribo corrido sin dejar de mirar el teclado durante uma o dos p]aginas.

Y cuando levanto la cabeza solo se ve una inmensa mancha de subrayado rojo, que Word se niega a clasificar dentro de alhuna lengua conocida. Todo lo que gan]o en productividad mecanográfica lo pierdo, y con creces, en la correcciomn de ta;tana incomprensible cagada. Pero bueno. Lo veo por el ado positivo< asi ni yo mismo s]e cuales fueron los errores de tipeo y las mamarrachadas ortograpicaa.

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