jueves, 14 de enero de 2010

Omnia sunt comuna (Libertad 2)


Me imagino que nadie se leyó mi ultimo post. Tampoco lo hubiera leído yo si no estuviera escrito por mi, digase de paso. ¡Muy largo! ¡Dificil de entender y aburrido! Es cierto. Pero trata de un tema demasiado importante como para dejarlo por la mitad. Lo voy a intentar resumir de otra manera. Dos puntos.

Hoy estamos a un pasito insignificante de realizar un sueño bellísimo, cuyas raíces se sumergen en lo más profundo y querido de la cultura. Estamos a punto de constituir la biblioteca universal con la que soñó Borges: todos los contenidos jamás producidos por la humanidad, toda la música, todas las películas, todos los cuadros y dibujos, y sobre todo: todos los libros publicados por la humanidad; todo esto, disponible para todos en todo el mundo. “Todo pertenece a todo el mundo” es el significado del título de esta entrada.

Pero este sueño, que hoy día es perfectamente viable desde el punto de vista técnico, está amenazado por restricciones de acceso, por intereses creados, mezquinos, chiquitos, que no logran ver más allá de sus cortas miras y narices.

La mayor biblioteca del mundo, de lejos, es la Biblioteca del Congreso, de EEUU. Posee algo así como 140 millones de cosas, entre libros, películas, manuscritos, incunables, etc. Pero libros, propiamente dichos, posee 26 millones. Un libro, una vez digitalizado, ocupa aproximadamente 1 mega. Esos veintiséis millones de libros ocuparían 26 Terabytes. La tienda de computación de la esquina, en su sección de discos duros, tiene el doble de esta capacidad a la venta en un pequeño anaquel. Los grandes servidores de internet superen en mucho esta capacidad. Google Earth, nada más, utiliza 200 Tb para almacenar las imágenes que nos proporciona cuando buscamos un mapa. Es decir, que si me dan cinco mil euros poco más o menos, dentro de media hora regreso y coloco 26 Teras aquí encima de la mesa de mi cocina. Esto con relación al soporte físico.

Claro que habría que digitalizar cada uno de los libros, --es decir, fotografiarlos con decencia, pasarlos por OCR, etc.-- y se ha calculado que este proceso acabaría costando aproximadamente 30 dólares por título. Toda la Biblioteca del Congreso, costaría pues unos 75 millones de dólares. ¿Cuánto es eso? Un poco más que el precio de un avión F18. ¡Uno solo! Y estos mismos cálculos con relación a los libros pueden ser hechos para la música, las películas, y el resto.

Trabajando de una forma descentralizada y caótica, una especie de todos a monte y cada uno por su cuenta, en su casa, digitalizando, scaneando y “quemando” a diestra y siniestra, lo que esté más a mano, con toda la duplicidad y redundancia del mundo-- y sin grandes coordinaciones ni apelos públicos, dígase de paso-- esta tarea llevaría unos pocos meses y los costos se diluirían hasta hacerse invisibles.

Ahora bien. Este escenario loco que acabo de describir, es lo que está sucediendo en las redes Peer To Peer, un poco por todo el mundo. Para unos, gente común y silvestre, ciudadanos de a pie como nosotros, esta es la realización de un sueño tan bonito que es dificil de creer. Para otros --ejecutivos de grandes grupos editoriales, estudios y distribuidoras de cine, herederos de grandes estrellas de pop rock--, es la materialización de sus peores pesadillas.

Todos nos estamos bajando todo, vamos a ser sinceros. Dudo que exista un único computador personal en el mundo, que no posea un archivo de mp3 o un pdf o un avi, protegido. O porque lo bajamos con toda consciencia de estar infringiendo derechos de autor, o porque lo bajamos con un muy cómodo beneficio de la duda, (el no querer saber es casi siempre una actitud tan cómoda como peligrosa) o porque nos lo prestaron y desconocemos su origen, o sencillamente porque lo ignorábamos de buena fé, todos tenemos y usamos esta clase de contenidos. La pregunta es: ¿es legítimo o no, hacerlo?

Y esta es una pregunta muy muy importante, porque está demasiado en juego, y para la cual no existe una respuesta fácil. Por un lado tenemos gente que de una forma u otra está asociada a la propiedad de ese contenido. Por otro lado, está la humanidad. Creo que vamos a volver a esto muchas veces en las próximas entradas de este blog.

Ese contenido tiene derechos de autor. Pero ahora vamos a reformular ligeramente la pregunta: ¿Ese sueño, también tiene derechos de autor?

2 comentarios:

tersat dijo...

¿Demasiado larga la entrada anterior? Pues sí, por eso tiene mucho más valor el haber hecho de ella algo tan bueno, tan fácil de leer; yo sí la leí -de la mismaa manera que he leído esta última y que, por ambas, te felicito.Supongo que, como yo, más gente lo hizo (aunque, como yo, muchos no hagamos comentario) y lo cierto es que agradezco mucho cualquier aportación que me haga comprender un poquito todo ese mundo maravillosos y enigmático que uso -mejor o peor- pero que difícilmente comprendo, así que espero impaciente esas próximas entregas con las que "amenazas".
Un saludo.

Jaime Senra dijo...

Gracias Tersat, tus comentários son siempre tan amables como inmerecidos. Este tema de la biblioteca universal, por llamarlo de alguna manera, me tiene fascinado y he estado leyendo un par de cosas sobre eso, últimamente. Creo que me voy a convertir en una especie de activista de esta causa. Seguro que voy a cumplir mis amenazas. Y ahora más aún, sabiendo que hay personas como tú, que no solo leen las tonterías que escribo, sino que me incitan a continuar haciéndolo. Saludos.