Recibí
un correo raro de un site de estadísticas de la web. Me felicitaban porque mi
blog, "Crónicas de Nueva Zelanda", había recibido más de un millón de
hits. Wow.
Tiros en
la oscuridad, por supuesto. No podía ser otra cosa. Me imagino que peruanos,
bolivianos, españoles y chilenos se andaban gugueleando Nueva Zelanda a lo
loco, para emigrar, y terminaban por caer en mi blog (cosas de Nueva Zelanda,
en español, no hay muchas).
Pero el site estadístico, me los discriminaba por
países: 25% de España, por ejemplo, la mayor parte. ¿España? ¿Pero si yo me
empeño en escribir caribeño vernáculo, cómo va a ser? Leo autores venezolanos
por obligación, para aprender unas palabritas. Cubanos por placer. ¿Cómo coño me va a salir España de primer
lugar? Después de España venía Méjico, y después Argentina. Claro que la
presencia de internet y cableado cuenta, por supuesto. Las guevonadas
socio-políticas y tal, penetración, telecomunicaciones, alfabetización, poder
de compra. La ladilla infinita.
¡Y solo
en cuarto lugar aparece Venezuela! Yo escribo en venezolano, a mucho costo y muy
mal, de paso (porque soy medio portugués), pero me esfuerzo. Llamo a mis amigos
a la una de la madrugada preguntándoles como se dice “devassidão” en
castellano, porque la definición de Wordreference.com no me convence. ¿Qué coño
sucede aquí? ¿España? ¿Argentina? Conozco más o menos esos países pero nada que
ver conmigo. Cuando escribo, lo hago pensando en una treintena de amigos
íntimos, los alfabéticos. Y que 30 amigos los compartan entre dos, serán 60, o
algo así, ayúdenme en estas cuentas exponenciales, por favor. ¡Pero un millón! Coño.
Número equivocado. Vuelva a discar.
Es
verdad que escribí mucho en 4 o 5 años, sobre todo cuando estaba en Nueva
Zelanda, pero aún así, no es posible. Un millón, no puede ser, es embuste.
Seguramente me querían embarcar en una de publicidad en la página, tipo ¡Visa
para Nueva Zelanda en 15 días! Ajá. Pónte a creer.
Esta
cosa maravillosa que empezó llamándose internet se está puteando, mano, y de
qué manera. No navegas más de cinco minutos sin q t pidan los datos de la
tarjeta de crédito. Siempre, de toda la vida, los sites más visitados fueron
los de putas. ¡Pero ahora te piden la tarjeta para bajarte el abstract de una
Crítica a la Razón Pura! ¿Redes sociales? ¿Web 2.0? La que viene es la master/visa
3.0, en comodísimas cuotas, free delivery!
Bueno.
No se me quita de la totuma lo del millón. Un millón no puede ser. El mundo no
está tan globalizado así, ni por un coño. Es verdad escribo con una entrega
total, malsana. Rio y lloro cuando escribo, no lo niego. Tantas veces la risa o
el llanto me han obligado a poner un punto final, prematuro, a la crónica, a la
cosa. Pero esto, que lo confieso ahora, por primera vez, nadie lo pudo saber
antes. Si de algo me cuido es de tener mi cámara web desconectada. Nadie me
miró sobre el hombro, nadie me palmeó la espalda mientras hacían cinco grados
bajo cero en Dunedin. Nadie me vio sollozar en las colinas plácidas de Nueva
Zelanda. Y, aunque no se lo decía a nadie, me moría de frío y de soledad en las
colinas idílicas, ovejísticas, de Nueva
Zelanda. Y lloré como un adolescente condenado a muerte por un crimen que no
cometí. Como un condenado allien, por el hecho de ser extranjero; sin poder
defenderme debidamente, con todo mi léxico, en una lengua extranjera; sin poder
comer una mierda de un mince intragable pie; sin poder alegar mi inocencia con
el abogado, empertigado, hijo de puta. Otra historia (perdónenme. Me pierdo a
menudo, es cierto).
Mis
crónicas, algunos centenares ya, tal vez, siempre fueron escritas con un nudo
en la garganta. Nunca me atreví a escribir un texto sin que sintiera algo invadiéndome el cuerpo,
las ganas, el sentimiento de hacerlo. Risa, burla, despecho, alegría, rabia o
amor. Cualquier cosa, por dentro. Escribir porque debo hacerlo, como un
académico que debe un paper a la academic press, qué va, no va conmigo. Escribo
por cojonera, coño, cuando siento las bolas llenas. Y mis lectoras no se
sienten ofendidas por estas y otras obscenidades, lo vine a descubrir, con el
tiempo. Escribo por encarpamiento y cojonera pues (solo espero que mis hijos no
me vengan a preguntar qué significa esto).
Me
imagino que ciertos conocidos creen que uno escribe como los showmen que echan
chistes en la televisión. Ellos tienen un chiste preparado, nosotros no. Al
escribir somos sorprendidos por un personaje (muchas veces la caricatura
grotesca de nosotros mismos) y, de la sorpresa inesperada, de la ocurrencia
loca, nos sale reír o llorar.
Una
crónica no es un cuento. Es la transcripción de un acontecimiento, de un
momento, una sensación, la emoción de una frase o de una imagen. Con una perspectiva.
Personal, subjectiva, uarever.
Ahora volví
a Venezuela. Bueno, aquí estoy, aunque nadie entiende por qué. A lo mejor ni
yo. Intento explicarlo. Que solo uds. me medio entienden un poquito, coño. ¿Será
tan difícil de aceptar?
Antonio
Cova me preguntó, la semana pasada, porqué seguir llamándolas “Crónicas de Nueva
Zelanda”. Porque no tiene sentido
cambiar el pasado, mi viejo. Quiero seguir riéndome y llorando con un mínimo de
clase y perspectiva, imaginándome durón, como si asistiera a todo y a todos desde
un frío Antártico, desde una frialdad austral arrechísima. Asistirme a mí desde
el fondo de la última butaca. Aunque me sienta horrible, feo, malchistoso,
meloflorítico, splendameloso o diablorojorístico.
Esos
coños de su madre me engatusaron de lo lindo con el millón. Es verdad, no se me
quita de la cabeza. Es cierto que consulto mis propias estadísticas del blog. Un
site llamado Statcounter.com. Y me quedo loco. No me extraña que me lean en
Perú y Ecuador. De hecho, logré hacer una veintena de amigos, de pennfriends,
en Vzla, através de mi blog. A todos les prometo tomar un café aunque no he
encontrado el tiempo. ¿Pero en Corea, en China? ¿Cómo harán? ¡No me quiero imaginar
que lo hagan con Google Translator!
¿Yo deber
llorar cuando escribir porque sentir los testículos rebosar? ¡Noo. Por favor!
Quítenme los puntos de interrogación y exclamación porque yo no escribir así.
Escribir para 10 o 20 amigos. Decirles lo qué sentir y quién ser yo, mostrarme
un poquito para proponerles q ellos quererme a mí y dejarme quererlos a ellos. ¿Entender?
¿No entender? OK. Yo explicar. ¿Tu ser Coreano? Ok. Si querer alquilar mi blog para
publicidad, meterte el millón por el culito. Yo no escribir para ti ni para
vender pantallas Samsung. Yo hacerlo… ¿cómo decir a ti? En mi lengua poder
decirlo mejor. Pero, para tu entender, lo resumir. Yo hacerlo por amor. Y cagar
en millones. A mí, no importar aunque tú no entender. ¿Saber amor? Ok.
Olvídalo.