
Uno nunca sabe lo que le pueda suceder y por eso ya tengo mi respuesta preparada. Eso de llegar al cielo y tartamuderar delante de San Pedro es algo que no tiene clase, le falta charme. Yo he pensado muy bien lo que le voy a decir.
--Buenas. ¿Dónde me puedo sentar esperando a Célia?
Y como soy un tipo organizado en mis vainas también ya me imaginé lo que me pueda contestar. Me vendrá con eso de que la vaina puede tardar, que cuándo llegue (si llega, cosa que él tampoco puede asegurar pues no depende tanto de él y su Jefe, como de ella), puede que llegue alterada, se comprende, y etcétera y cosa y tal. Además, no sería la primera vez que un guevón se sienta a esperar y después de añales, cuando ya ni siente el culo de entumecido, llega ella por fin, pero con otro, porque se da la casualidad de que murieron ambos en un accidente de carro, muérete, por ejemplo.
Bueno, en realidad no tengo mi respuesta preparada para darla a San Pedro pero en la eventualidad, aún más improbable, de que me hagan una entrevista y me pregunten eso y cuál es mi libro y mi color preferido. La cosa es que no creo que exista cielo ni infierno ni un coño. Nada. Muy de vez en cuando voy al cementerio a ponerle flores en la tumba de mis padres y mis abuelos. Porque creo en las flores. Y me sorprende muchísimo ver que, gente mucho más inteligente que yo, creen en Dios y en el más allá y esas vainas. Me parece que en realidad no lo creen sino que lo quieren creer. Cosas diferentes.
La gente cree, básicamente, porque quiere. Y quiere porque la vida es una mierda incomprehensible, muchas veces. Injusta, bella, atroz, deslumbrante, infinitamente contradictoria, increíblemente inaprensible. (Vaya temita que escogí hoy para mi blog de guevonadas). Que el tema de la convicción religiosa sea extremamente complejo no quiere decir que no se pueda simplificar. Se puede, y mucho. Después de toda la simplificación vamos llegar a una especie de raíz cuadrada de un número negativo, una solución rara, medio mágica, medio imaginaria. Así que, lo que voy a hacer aquí es una especie de despeje violento, con el lápiz muy afilado.
El noventa y no sé cuantos por ciento de la gente cree por razones equivocadas. Generalmente por fundamentar su integridad interna, en el mejor de los casos; por puro y vulgar hedonismo, infortunadamente, la mayoría. Vamos a este último caso, que es el más fácil, gente que cree porque se siente bien con eso. Este es el típico caso de la gente que va a misa o que reza, ora fervientemente, y después siente como que una cosa, un alivio, como una luz y una esperanza, como no te lo sé explicar chica... si no crees no lo sientes...Es la religiosidad Prozac. La tomas y te sientes bien, con suerte, hasta reconciliada con la vida y la muerte. Sobra decir que es preferible, mil veces, el Prozac. No hace tanto daño. Por supuesto que puede revestir las formas más exóticas y deslumbrantes. Expiaciones, silicios, visiones y apariciones, estigmatizados, una galería de horrores. La religiosidad se encuentra desde adentro, es como un palpito y no puede ser otra cosa, chica, tiene que ser eso. Esta es la vertiente puramente psicológica de la cosa. En última instancia encontraremos siempre un móvil de naturaleza hedonista en el fondo, aún en los casos más perversos de sufrimiento y expiación. Porque el sufrimiento redime, etc. Claro que las cosas no son tan sencillas, se pudieron escribir libros enteros sobre esto. Ya se escribieron. Bibliotecas vaticanas enteras. Recomiendo el Prozac.
Después está la gente sana, digamos así, pero burra. La clase de gente que no se pasea por este blog, por supuesto. En esta vertiente, como en la anterior, el abanico de manifestaciones concréticas es enorme. En este caso está, por ejemplo, la gente que cree que la religión fundamenta, como último recurso, todo el sistema de moralidad. A veces son los imperativos morales los que desembocan en la religión; otras veces son preceptos fundamentales de naturaleza religiosa quienes terminan justificando la moralidad. Esta moralidad es entendida en un sentido super amplio que incluye desde usos y costumbres hasta las bases morales de la sociedad. Coño, ¿qué puedo decir? Esta gente no es burra porque no haya leído a Hobbes, Lock y Rousseau, (nosotros sí, jeje). Lo es porque nunca se ha detenido a pensar en lo que está sucediendo todos los días a nuestro alrededor. Hoy vivimos en un mundo tan fast que nuestra moralidad cambia a una velocidad vertiginosa, ya nada es seguro y fácil de creer como antes. Hoy día defendemos como principios morales, verdaderos anatemas que horrorizarían nuestros abuelos. A mi me parece muy bien que un niño tenga derecho a denunciar a sus padres por haberle dado una bofetada, por ejemplo. Y me parece bien que las parejas homosexuales estables tengan los mismos los derechos que todos los demás. Me parece excelente que se legalice la marihuana (de paso, nunca la he probado). Y estoy seguro que un día me parecerán muy bien cosas que si me las cuentas hoy me quedaría estupefacto. Pienso, por ejemplo, que un día de estos se tolerarán ciertas formas de pedo filia atenuada, así como pienso también que me metí en un peo porque este tema es para rato y continuará otro día.