Hombres
y mujeres somos diferentes, punto. Tan diferentes somos que jamás nos
entenderemos. Estamos hechos de la misma substancia, somos fundamentalmente
iguales, casi una sola vaina, entidad, pero miramos en direcciones distintas.
Como Janus, el dios con una cabeza de dos caras. De hecho, originalmente Zeus
creó a la humanidad con los dos sexos. Lo pasaron en Discovery. Pero sus
criaturas se volvieron tan poderosas que amenazaron la hegemonía del Olimpo.
Las deidades menores, opacadas, se sublevaron, y obligaron a Zeus a escindirnos
en dos mitades. Y para colmo de males, dos mitades incompletas, eternamente
añorándose la una a la otra, en un anhelo de totalidad siempre buscado y nunca cumplido. Bueno. A lo
mío. ¿Qué era? Ah, mujeres.
Las
mujeres pueden tener sexo casual. ¿Pueden? Por supuesto que sí. No a menudo,
que sea lo suyo, pero sí, sí pueden. Lo que no pueden es tener sexo casual dos
veces con el mismo hombre. “Casual” y “dos veces” no entran en la misma frase. “El
mismo hombre” menos de menos. Multitud, promiscuidad o algo. No hay forma de
que lo entiendan. Aló. Casual no necesariamente significa una sola vez. Casual
significa ocasional y más nada ¿o no? Para ellas no. En el fondo, muy en el
fondo de la raíz del hipotálamo, comparten la ancestralidad animal de la
mantis, el insecto más repulsivo y asqueroso del mundo. La mantis religiosas de
un coño religiosa (aunque se parece a una monja septuagenária horrible) es una insecta monjigata de mierda. De hecho
también le dicen santateresa. Después de copular, se voltea y zuás, de un solo
mordisco le amputa y se devora la cabeza del macho. El pobre animalito todavía
no terminó lo suyo, está exhausto y perdido de perinola, en el momento más nirvánico
del mundo, en el segundo más desprotegido y débil de su vida… zuás polvo fatal.
Moraleja de la historia: si te gusta una mujer no te la tires. Por lo menos, no
de buenas a primeras. ¿Por qué? ¿Cómo es eso? ¿Me gusta y no me la tiro? No. Sí
te la tiras enseguida, enseguida te va a botar, ¿entiendes? No, los bichos
estos no lo entienden. Porque son hombres, unos animales testosterónicos y
básicos que de nada pierden la cabeza.
Una
mujer jamás pierde la cabeza porque tiene siempre demasiadas cosas a perder. La
virginidad, la reputación, la autoestima, el orgullo propio, la propiedad del
cuerpo, la inversión darwinista en el óvulo, la vaina. Todo en la vida sexual
de las mujeres es un problema peástrico, un drama. Y si te dicen “sexo y más
nada”, mala señal, peor. Para una mujer nunca existe el más nada. Pueden
perdonarlo todo, y de hecho lo hacen. Se pasan la vida haciéndolo. Jamás olvidan nada. ¿Olvidan un compromiso,
una responsabilidad, una cita, una fecha, un cumpleaños? No, jamás. Tampoco
olvidan una flor, un poema, una cena (de qué lado se sentaron y qué comieron),
una palabra, un silencio, una coma. Una mirada, porque estabas tratando de
caerle bien a su mejor amiga. No olvidan nada.
Sobre
todo las palabras. Son arrechísimas con las palabras. Nacieron programadas con
esa vaina dentro de la cabeza. Bla bla bla, yada yada yada, eso es lo peor que
le puedes decir a una mujer. Peor que eso, solo decirles bla bla bla haciendo
la figura de la boquita del pato, con la manito alzada. Hagan la prueba, nada
más por experimentar, jajaja. Ya verán. Un volcán de una indignación tan
profunda que yada yada yada. Y después decirles que las entiendes y que su
indignación te resulta conmovedora. No joda. Que no estás siendo cínico, por
ejemplo. Verrrga. !!!
Pero eso
no es lo peor, todavía hay más. El más más peor de todos los escenarios, alerta
naranja tres, es cuándo se callan. El día que se callan es porque de verdad
verdad se acabó. Ni tu tía, tu prima, un coño. Se acabó. El día que te dicen “interesante,
pero…” ya sabes que estás jodidísimo, que te dejó de moler los sesos pero te va
a devorar la cabeza. Aunque todavía tienes un 0,0001 por ciento de chance,
porque aún eres encantador o dulce o esas cosas. El día que te sonríen y se
callan, nada. Nada es nada. La nada.
Excepto
para una mujer. Para una mujer “nada” no significa que no hay más nada que
decir, sino que no te va a decir más nada. Puedes correr y patalear. Te va a
sonreír, de aquella manera (ojalá hayas tenido tiempo de descubrir la manera) y
no te va a decir más nada. Te sonríe de aquella manera, te tice hola bien y tu,
de aquella manera, te pone un like en tu comment de aquella manera, y te cabe a
ti interpretar.
Por
supuesto que uno no lo sabe interpretar, coño, hasta cuándo, cómo lo vamos a
explicar. Me gusta significa que me gusta, no hay un botón para decir disgusto
poco más o menos. Mira, te pongo un like pero... Eso no se puede hacer.
¿Ah,
no? Mírame, pajarito vacilador. Te vi rondando, zopilote descabezado. Te voy a poner un click a tu comentario cómo
si le disparara al pato. De esta manera.