jueves, 1 de septiembre de 2011

Raúl y yo

Me han dicho cosas muy bonitas de mi blog. (Esos tres gatos del club vip que me leen). El otro día me escribió una desconocida, diciendo que un libro que publiqué hace quince años, era, para ella, algo así como un libro de cabecera. Me descubrió en Facebook y me preguntó que si yo era el autor del libro. ¿Uhmm? Inmediatamente desconfié. Algún amiguito se había creado una personalidad ficticia, un avatar, y me estaba vacilando de lo más lindo; o la niña esta (32) se estaba calibrando la diana, cerciorándose que la descarga que me iba a tirar estaba dirigida a la persona cierta.

Pues, para mi espanto, después de varios chats apresurados (mientras su bebé de once meses dormia) me di cuenta que la cosa era verdad, genuina. Alguien, una persona al menos, se leyó mi libro de hace quince años y andaba con él en el morral, llevándolo y trayéndolo, de cada vez que se iba a trabajar desde Lisboa a España. Después pensé que era alguna clase de malentendido, alguien muy poco familiarizado con la literatura, y menos aún con ese mutante transgénico de la literatura, que es la poesía. ¡Surprise! Susana había estudiado literatura, nada más y nada menos, que en la Universidad Clássica de Lisboa, baste decir, antro de la escolástica más rancia y más pura.

Tengo una memoria de mierda para acordarme de aforismos, frases, letras de canciones. En plena ceremonia, mi ex esposa me ayudó a formular los votos del matrimonio, una cosa que contribuí activamente a redactar, y que me había repetido más de cien veces mientras me bañaba y me vestía. "Fueron los nervios" me dijo ella, para aliviarme la pena. Pero esta muchacha lograba recitar poemas completos de aquel libro que nadie leyó. El libro se llama “Andan cosas por el techo” (Andam Coisas no Tecto), pero ella se refería a él por el “Cosas”, un amigo íntimo que prescindía de segundo nombre o apellido.

Le advertí a Susana que todos los escritores que había conocido en mi vida, incluyendo un Nobel, me resultaron una total decepción, un martirio social. La mayor parte por vanidosos. Otra mayor parte por burros irremediables. Y la otra mayoría aplastante por sencillamente insulsos, aburridos, monotemáticos, insoportables. Todos con una carencia de ego que provocaba enterrarles la cabeza contra nuestro pecho, acariciarlos, mecerles suavemente el pelo, y susurrarles, bajito, al oído: “yo te comprendo, chico, y te quiero”.

Efectivamente, después de un par de chats e emails, fue esa, sin duda alguna, la conclusión a la que llegó Susana Torga Perry (me permito dar las señas completas, para que verifiquen en Facebook que esta anécdota no es otro más de mis “cuentos”). Nunca más coincidimos, y ya pasaron varios meses. Creo que quedó todo dicho. Doy por firmemente establecido que los poemas que se leyó no se correspondían con esta especie de abastero sofisticado, viva mejor por menos.

Pero el más grande de los elogios que recibí a propósito de mi blog, me sucedió hace un par de días. Cómo nunca me sé la dirección IP de mi blog, lo busco en Google siempre que quiero publicar algo. ¡Bestia! Me lo habían puesto con multi entrada, con sub menús, con honores, como cuando uno se busca algo en la Wikipedia. Puesto a mirar de cerca, descubrí que algunas entradas, algunos posts, no me resultaban familiares. Entre blogues, novelas, cuentos, mi diario, artículos para el periódico parroquial, diatribas contra la companía de teléfonos, cartas de amor barra despecho para mi ex, emails y alegatos contra la desigualdad social, escribo tanta pendejada, que muchas veces se me olvida lo que escribí. Pero sé perfectamente que nunca, en mi puta vida y sano juicio, escribiría algo así como “un sol resplandeciente en una zona muy bien ubicada”. Aunque estas joyas de prosa aparecen en un blog llamado “Crónicas de Nueva Zelanda”, en Blogger. ¡Con un “template”, es decir, un modelo, con apariencia, color, disposición de elementos, tipo y tamaño de letra, exactamente igual al mío! Me quedé loco de perinola. Hace unos meses cambié mi template y decidí sacar la foto del paisaje. Creo que la destreza técnica del plagiador no logró retirar su foto, que, de paso, también era una versión (mala) de la mía! El autor de este blog es un tal Raúl, que no tiene apellido ni residencia “ubicable”, aparte la de vivir, desde el 2009, en Auckland, capital de Nueva Zelanda.

Me quedé “estupefacto”, como diría, en el mejor de los casos, mi amigo Raúl. Pero, unos minutos después, puesto a pensar en el asunto, me acordé, muy vagamente, que, pocos meses después de lanzar mi blog, allá por Enero del 2009, me escribió un tal Raúl desde Méjico. Dijo que se había enterado de mi existencia por mi blog, y se identificó como especialista en comercio internacional, representante de una importante importadora mejicana. Yendo al grano: ¡qué si yo no estaría dispuesto a realizar un estudio de mercado para evaluar la factibilidad de la exportación de lácteos hacia México! He recibido las propuestas más descabelladas a propósito de este blog, desde convertirlo en un site para dietas no tradicionales, hasta utilizarlo como plataforma publicitaria para cosméticos coreanos. La propuesta mejicana me pareció digna de atención. Básicamente, estaba pelabolando, y con los coreanos pensé que teníamos pocas probabilidades de entendernos.

Hice, una vez, un estudio de mercado. Una cosa que tomé muy en serio porque me fue solemnemente “consignada” por un embajador. Me desuñé durante tres meses evaluando la importación de tomate portugués hacia Venezuela. Parí sangre (no sucedáneo de jugo de tomate) y sé lo que me costó. Desde anotar los precios de las latitas en los supermercados, hasta hacer antesala de cuatro horas para hablar con el secretario del vice-presidente de la sección industrial del departamento sectorial nacional del Instituto Nacional de Estadísticas. (Me brotaron algunas dudas técnicas con relación a los Anuarios de comercio Exterior). Produje un mamotreto de cien páginas, con gráficos de Excel en multi dimensiones Leibovskianas, que ni siquiera el proprio embajador intentó leer, y que, por supuesto, no me lo pagaron.

Le respondí: “Mi caro Raúl Nomeacuerdo: el estudio les va a salir en tanto. Si, después de la conformidad, quieren avanzar, la búsqueda y selección del agente exportador, les va a salir en más tanto. Por estas bandas, los permisos sanitários son atrinques, mi guey. El transporte es refrigerado, como te debes imaginar, manito. Y el agente aduanero, bueno, no te digo más nada.” El muchacho (me lo imagino "muchacho") seguramente creyó que yo le iba a decir “¡Sí, chico, cómo no, aquí hay leche como arroz! Cuenta conmigo cuando te apetezcan tres o cuatro toneladas”.

No obtuve respuesta. Nunca más me escribió. Aparentemente se cayó por Nueva Zelanda unos meses después, tal vez para mirar la leche de cerca y abaratar costos, y decidió inaugurar un blog viajero, llamado… ¿a ver, a ver?: ¡“Crónicas de Nueva Zelanda”! Eculecuá.

Creo que, en la era de la net, los derechos de autor se volvieron una rollo demasiado complejo. Soy militante de una Red libre, abiertas, grátis. Por primera vez tenemos la posibilidad de que todo le llegue a todos, un sueño tan, pero tan bonito, al que es imposible renunciar. Los autores son los menos favorecidos en la protección de sus debidos derechos. Bajo el pretexto de los derechos de autor, se esconden, muchas veces, intereses inconfesablemente mezquinos, que defiende mucho más una industria parásita, que a los proprios autores. No es tema fácil. Es por esa razón que en el canto superior derecho de esta página, menciono “Creative Commons”, que es, básicamente, un permiso para utilizar estos contenidos, sí, con la autorización del autor.Como buen comerciante, Raúl se coló en una especie de nicho de mercado. Quién busque a las “Crónicas de Nueva Zelanda”, nos va a encontrar a los dos, juntitos, con las manitos agarradas. Yo escribiendo. Él, puteándome la vaina.

Aparte de ser un perito del comercio internacional, es un vivo y un guindado. Me molesté un pelo, sí. Pero después concluí que bah, no me importa mucho que la gente confunda sus http://raul-cronicasdenuevazelanda.blogspot.com/, con mi blog. Los dos son pura estupidez deletérea, inútil, una pérdida de tiempo, carente de sentido, con textos que muy poquita gente lee. El 99% de los blogueros le escriben al Coronel Que no Tiene Quién le Escriba, no le escriben a nadie. Sus textos se pierden en el limbo de la blogosfera, una región del universo que queda para allá de Andrómeda. En eso tenemos mucho en común, Raúl y yo. Es más, el hecho de que me hayan plagiado de forma tan flagrante, grosera, casi estúpida, no deja de reconfortar mi corazoncito. Es como si Susana Torga me hubiera dicho “no te hagas ilusiones y vamos mantener estas aguas bien separadas, chico. Contigo nada, pero yo quiero al autor del Cosas, al autor que escribió este libro”. Por supuesto que ese autor, ese hombre, no soy yo. Pero a nombre de él, desde la Andrómeda, a las Susanas de la Tierra que leen intentando comprender el mundo, les quiero decir: yo te entiendo, chica, aunque me malinterpretes por otro, igual te quiero.Por eso te escribo.