Nuestro entorno
laboral se ha convertido en un mundo de híper especializaciones. Ser odontólogo
ya ha dejado prácticamente de ser una especialización médica. En mi consultorio
odontológico existe una profesional que se especializa en caries, otro en
tratamientos de conducto, un ortodentista, una periodentista, y no sé cuántas
más especialidades y designaciones.
Cualquiera de ellos, por poca experiencia que tenga, sabe perfectamente lo que
es un dolor de muelas.
Yo, durante
treinta años fui especialista en un área muy específica: operaciones de grandes
compañías comerciales, específicamente súper e híper mercados, compañías que
disponen de docenas o cientos de sucursales; centenares o miles de cajas
registradoras. Trabajé por varios años en Carrefour, por ejemplo, que después de Wal-Mart es la
segunda más grande compañía de retailing del mundo. Y trabajé quince años en Venezuela,
en grandes compañías de supermercados.
Si a mí me
preguntan que es un dolor de muelas, si un supermercado está abastecido o no,
si el dolor de muelas es grave (una celulitis alastrada) o no, si el desabastecimiento
es grave o no, creo que sé más o menos de lo que estoy hablando.
Nosotros
llamamos a los productos SKUs (Stock Keeping Units). Al consumidor final le
interesa si tiene Té Lipton en la casa o no. Para nosotros, el Té Lipton viene
en cajas de 12, 20, 50 y 100 unidades, cada una con su código, precio, tabla de
descuento, espacio asignado en los almacenes centrales, y lugar específico en
el “planograma” o plano de distribución del anaquel.
Por razones
culturales (por ejemplo, porque el concepto moderno de supermercado llegó a
Venezuela traído de las manos mismísimas del Imperio, de las manos de la familia
Rockefeller a principios de los años 50) los supermercados en Venezuela siempre
han tendido a ser grandes, con más de 1500 mts2. En los años setenta, en la
época dorada, un supermercado venezolano podía ofrecer unas 20 000 SKU, nada
comparado a las 50 000 de un gran supermercado internacional contemporáneo, o
las 90 000 de un hipermercado, pero un número razonablemente bueno.
En la medida en
que tanto las importaciones como la producción nacional fue mermando, en los
últimos 20 años, el número de ítems realmente activos en un supermercado
venezolano típico, estuvo alrededor de las 5 a 8 000 SKU. Esto es objeto de
inmenso debate entre los especialistas porque es muy difícil establecer el
número exacto, debido a lo que llamamos “rupturas” (pedidos no satisfechos), suspensiones
(que nunca se saben si son parciales o definitivas), interrupciones de la
importación o la producción, litigios pendientes, insuficiencias de espacio de
anaquel, y un larguísimo etcétera. Nada más entre mermeladas podríamos tener
entre 200 a 500 SKU, según como se cuente, por poner un ejemplo.
Hoy subí a
visitar un depósito de un supermercado venezolano, ni grande ni pequeño, sino
típico. El principal referente de compra para las diez o doce cuadras a su
alrededor. Un depósito que conozco hace diecisiete años, exactamente. Un
depósito que, por razones estructurales, de construcción, en la que participé, siempre
estuvo sub dimensionado con relación al “piso de ventas” (menos del 20%) y que por
esa razón siempre lo vi “sobre stockado”, es decir “lleno hasta los tequeteques”.
Lleno hasta el techo, y con los pasillos impedidos de paso. En nuestro lenguaje
de especialistas, este espacio de almacenamiento no es el depósito real, es
apenas el “buffer de reposición”, es decir, el almacenamiento mínimo para poder
reponer los anaqueles entre entregas de los almacenes centrales, cuyos camiones
obviamente no pueden llegar todos los días sino que típicamente llegan una, o
máximo dos veces, a la semana. Ojalá que ese reabastecimiento fuera diario,
porque eso significa más “rotación de inventarios”, más “rotación sobre activos”
y “más rotación sobre la inversión” y rentabilidad, pero las condiciones de
vialidad y transporte venezolanas impiden optimizar estos procesos mucho más
allá de esto.
Ni a esta
compañía de supermercados ni a ninguna otra compañía, comercial o no, le
interesa participar del desabastecimiento. No tener productos para vender,
significa un infarto, un ACV, para cualquier compañía. Es la obstrucción de la
circulación de la sangre, la muerte súbita. A ninguna compañía le interesa el
desabastecimiento; es una suerte de suicidio. La Guerra Económica de la que
participan, no es la guerra en la cual son actores, sino chivos expiatorios y vulgares
víctimas. Las últimas empresas que sobreviven en este país, se están agarrando
de las paredes con las uñas a la espera de tiempos mejores. Sobreviven, no
porque estén haciendo dinero, sino porque
están intentando desesperadamente salvaguardar sus activos construidos a lo
largo de lustros y décadas; no están explotando a nadie, no se están haciendo
ricas. Ojalá estuvieran haciendo mucha plata para que las pudiéramos tributar
severamente y redistribuir la riqueza social con criterios de ecuanimidad y
justicia social. Ojalá.
Esta mañana,
cuándo “subí al depósito” (una expresión muy venezolana dígase de paso) se me
erizaron los pelos, se me subieron las lágrimas, aunque lo disimulé muy bien
frente al gerente. Saqué mi teléfono y le saqué la foto al “depósito”. La foto
que encabeza esta entrada. De las 3 000 SKU típicas de un depósito se veían
dos. DOS, 2!!! De 3000 a 2. No tengo palabras para calificar esta diferencia,
ni ánimo para convertirla a una tasa.
Las fotos
satelitales que las tecnologías del Imperio les sacan a nuestros puertos, como
el de La Guaira o Puerto Cabello, revelan que no existen contenedores en
nuestros puertos. Sean contenedores de comida o de ningún otro tipo. La plata
que se les prometió a nuestros proveedores de alimentos de Uruguay, consignada
en fideicomiso, desapareció (supuestamente rumbo a China). Los exportadores uruguayos
ya han declarado que suspendieron sus exportaciones de carne, queso y leche
hacia Venezuela y exigen explicaciones. Pídanselas al Sr. José Mujica, que fue
quién los embarcó. Personalmente se merece mi mayor respeto; políticamente, mi
mayor desprecio, por inocente o ignorante. No existe ningún barco con alimentos
en los puertos venezolanos; ni esperando atracar ni en camino. Y el potencial
productivo nacional, que nos abastecía del 70-80% de nuestras necesidades
domésticas, fue sencillamente destruido en los últimos 17 años de acoso hacia
la actividad agropecuaria.
Existen muchas otras
palabras de mi especialidad, en el “argot” del “retailing”. Una de ellas se
llama “frentear”. En una situación normal, en cualquier país del mundo, una
tienda que no tiene un producto, “ensancha” el espacio de los otros productos
que le son contiguos en el anaquel, intenta por todos los medios disimular su
ausencia. Y si esto no es suficiente, pide a los “pasilleros”, a los
trabajadores encargados de un pasillo, traer los últimos productos hacia el
frente y construir una especie de fondo falso. Siempre manteniendo las
apariencias del pleno abastecimiento.
Srs.
Oficialistas del Antiguo Régimen: explíquenme a mí cómo vamos a “frentear” los
anaqueles vacíos si tenemos dos, DOS, (2)
SKU en el depósito!! Explíquenme cómo van a frentear esta crisis, esta “catástrofe”
para citar palabras textuales del Presidente Maduro. No existe forma posible.
Laven sus
cuentas bancarias del exterior con el jabón y el cloro que ya no existe en los
anaqueles para el ciudadano común. Traspásenlas de sus esposas a sus cuñados, y
de sus cuñados a sus primos, y decidan muy rápido para dónde deben ir: Cuba (por
ahorita), o Corea del Norte. Los últimos dos países que, según The Heritage
Foundation (una institución del Imperio que lleva más de 20 años examinando el
mundo) son los únicos dos países del Planeta con menos libertades económicas
que Venezuela.
Les digo con toda
sinceridad, más como amigo de la Paz (y cómplice) que como silvestre ciudadano
venezolano (que cree en le redención que proporciona la justicia): no intenten más
salvar sus ideales (y en muchos casos, su botín) porque el Pueblo ya no está
más con Uds. Aprovechen esta pequeña ventana de oportunidad para salvarse a
Uds. mismos. Por supuesto que no a todos, pero a muchos de Uds., una vez
comprobados sus crímenes, serán perseguidos internacionalmente por la justicia.
Así que saquen la cuenta a sus cupos Cadivi/Cencoex, saquen la cuenta de sus
jets privados, y decidan que les conviene mejor, si la Havana, Pyongyang o
Teheran. No crean que van para Paris.
Aquí, en Venezuela,
ya existimos demasiados ciudadanos botánicos y silvestres que les hemos perdido
el miedo a disentir libremente y nos sentimos en el derecho de opinar. No sé cómo
nos van a impedir y a meter presos a los miles venezolanos que nos limitamos a
constatar y a sacarle fotos a los anaqueles vacíos. Aquí ya no tienen más nada que buscar.
Arranquen sus
cinco, o nueve, o no sé cuantos motores económicos, amárrense sus cinturones de
seguridad, y dispónganse a volar. Olvídense de que van a enardecer su supuesto “Pueblo”
con las consignas deshilachadas que nos condujeron a la catástrofe. “Su Pueblo”
no tiene derechos de propiedad. Entiéndalo, de una buena vez por todas: el
Pueblo se pertenece a sí mismo y a más nadie. Y el Pueblo sabe que está
padeciendo hiper inflación, inseguridad, escasez y hambre.
Su último y
definitivo crimen sería llamar a sus irreductibles acólitos, que sin duda
existen, a una conflagración civil, que
desesperada e irresponsablemente buscan. Pero si lo hacen, pueden estar seguros
de que su postrero y precario refugio, ante La Haya, sería Pyongyang. Porque ya
24 ex presidentes latinoamericanos abrieron los ojos; Argentina, Chile,
Colombia, España y hasta Brasil (¡en estos momentos!) abrieron los ojos. El
Congreso Norteamericano, la OEA y el Parlamento Europeo abrieron los ojos y los
tienen bien puestos sobre lo que Uds. hagan o quieran hacer en Venezuela. Aténganse
ante la constitucionalidad y las leyes, y hagan sus cálculos y sus trámites (como
yo y el resto de los millones de venezolanos debemos hacer) para los “cupos de
viajero” de Cadivi.
A mí, un humilde
asalariado que trabajé 30 años para “la oligarquía”, no me vengan con cuentos
chinos de una “Guerra Económica”. No estamos viviendo una situación de desabastecimiento
provocado por un boicot de los “grandes capitales oligopólicos”. De 3 000 a 2
SKU, se trata de una emergencia humanitaria. Que más conviene denunciarla y
tratar de combatirla ahora que padecerla con toda severidad dentro de dos o tres
meses. No estamos ante un decreto (grave) de emergencia económica. Estamos ante
una evidente crisis humanitaria. Que no solo me siento en el derecho de
denunciar, sino ante la obligación moral de exponer y evidenciar porque va a
venir.
Esta restricción
inconcebible de la importación ante la falta de abastecimiento nacional, este
crimen, solo tiene una explicación: evadir el “default”, la exposición nacional
e internacional y el definitivo derrumbe. Pero ya es demasiado tarde. Llevan un
desfase de muchos años. Si quieren llevar su contumacia revolucionaria y “eterna”
hasta las instancias finales, que así sea. Aténganse a sus actos y responsabilícense
por sus consecuencias. Porque son un
grupito, ínfimo, super enrocado, que todos conocemos por nombre y apellido.
Jaime Da Costa